17/07/2007

Saltar sobre los muebles.

Hay una nueva habitante en la casa, hace unos días. Paola es una porteña que siempre sonríe, nada parece desanimarla nunca. Trabaja de camarera, en donde haya trabajo. La semana pasada renunció al restaurante en el que estaba porque se levantó y decidió que no quería trabajar ese día. Tiene 23 años y poca familia. Quiere viajar. Quiere estudiar. Vive en el cuartito de arriba, el que está junto a la terraza, el más frío de la casa, pero el único que ahora tiene televisión. Recién llegada, es quizá la que más ha vivido en este tipo de situación, casas con mucha gente, compartirlo casi todo, convivir con muchos carácteres distintos. Nada la descoloca, la vida es para vivirla y la comida para comerla. El domingo llegamos a la madrugada y Pao estaba en el living con un amigo escuchando música electrónica hecha por algún otro amigo de ella.
En la euforia de la amanecida nos tomamos el living y nos pusimos a saltar sobre los muebles. No hacía eso desde que era niña, la sensación de transgresión es evidente. Hace las cosas más tuyas, dejas tu huella en esos muebles y ya no los ves de la misma manera. Te percatas de que solo son muebles, que en realidad no están relucientes y que son para servirte y no al contrario. La complicidad en la que nos envolvió la situación nos animó. Bailamos música electrónica y quizás hasta ahora entiendo que esa música es popular porque se puede bailar de cualquier manera, según el ánimo, la gente y el lugar. Es como música autoajustable. Sin problemas, sin complicaciones. Como nosotros.

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