30/08/2007

Sobre ciertas determinaciones

Por un lado podría decir que es Buenos Aires, la ciudad de la furia que escuchábamos siempre de labios de Cerati, Fito o Charly, en canciones que no suenan igual una vez que estás acá. Y el tango que te hace suspirar por amores propios pero en tierras lejanas. Han sido días maravillosos, Buenos Aires, y sé que el invierno  no es tu mejor época. Semanas enteras de frío. Los pies fríos todo el tiempo que estén lejos del sol o de una estufa. Y sí, ya llegará la primavera, eso queremos, despedirnos por las buenas, porque luego viene el verano, del que a nadie he oído hablar bien. Si ser puerto era tu mejor razón para existir, bien podrías comportarte como tal y no dejarnos sin tienda a las 10 de la noche, sin variedad de hortalizas cinco cuadras a la redonda de cualquier avenida principal, sin red de internet wi fi pública en el centro, sin más opciones en el supermercado que fideos con tuco. Hay quien dice que esta es una ciudad que se ama y se odia al mismo tiempo, pero a mí no me gustan los amores tormentosos, me parece que lo dejan a uno vuelto nada.
Así que, mi Buenos Aires querido, te decimos adiós por muchas razones. Ahora me acuerdo de cuatro, por ejemplo:
porque ya hicimos las cosas que vinimos a hacer aquí (más bien rindió),
porque la suerte no ha querido que enganchemos en estas tierras (aunque lo intentamos, y la terca vehemencia no me parece necesariamente una virtud),
porque de todos modos nos va a tocar trabajar duro, aquí o en Cafarnaúm, para que empiecen a funcionar los proyectos que se han cristalizado en estos meses. (Si vamos a trabajar, que sea en algo que nos guste, y si así ha de ser, en una tierra que nos guste. Algo chiquitico, de nuestro tamaño, donde todo quede más cerquita, donde salir de la ciudad sea más fácil y más evidente, donde el frío dé paso a días soleados así como el verano deja colar días nublados ),
y porque si hemos de invertir en algo, que sea en nuestro suelo que necesita gente con ganas de trabajar.
Sí, nos volvemos. Lento o rápido no lo sabemos, quedan muchos kilómetros por el camino, pero vamos rumbo al norte. Apenas un par de meses acá para empacar maletas y marchar.

22/08/2007

Después de La Plata

No es el mismo Mar del Plata, para contestar a una pregunta. Lo que pasa es que como estamos al lado del río de La Plata, aquí todo tiene que ver con eso. La Plata queda a una hora y media de Buenos Aires en tren sin calefacción, lo que hace que parezcan dos horas o más.
Nos hospedó Luis Gustavo Urzúa, un cantor de tango que salió de Bahía Blanca, pasó por Buenos Aires y, como a muchos, la ciudad lo sacó a tierras más tranquilas. Vive en La Plata hace varios años, da clases de música en la universidad y tiene un dúo con un guitarrista. Nos enteramos de cosas tan increíbles como que, hace cinco años, Buenos Aires no era tan turística como ahora. La crisis de la moneda desató una avalancha de extranjeros que llenaron la ciudad de restaurantes, cafés, tanguerías y tiendas de música y souvenires. El tango explotó y ahora se consigue en cualquier esquina (lo que hace que encontrar algo de calidad no sea tan fácil).
Pero estaba hablando de La Plata. Es una ciudad pequeña y tiene la particularidad de haber sido diseñada por los masones. En el plano de la ciudad se ve el cuadrado central que contiene la ciudad en sus orígenes (ha crecido desordenadamente fuera de ese cuadrado), con el símbolo masón de la escuadra y el compás sobre un triángulo. Básicamente se trata de una cuadrícula atravesada por varias diagonales principales que hacen que el transporte por la ciudad sea rápido.
Hay varias plazas, un bosque grande con zoológico al estilo de Mendoza que la lluvia no nos dejó disfrutar, muchos árboles que en primavera se deben ver espectaculares, y un ambiente tranquilo. La Catedral es uno de los atractivos turísticos, grande (sobre todo alta) de estilo neogótico (tipo Lourdes en Bogotá), pero terminada recientemente. Es la primera iglesia que conocemos que tiene un café restaurante en la planta baja (para entrar a la iglesia se suben unas escaleras). Hay acceso al restaurante desde la calle, o desde el interior de la iglesia. Hay una escultura de un arquero en la plaza que apunta directamente a la iglesia, cortesía seguramente de los masones.
La Plata es una ciudad universitaria, por lo que en la noche siempre hay cosas para hacer. Sin embargo, nosotros hicimos plan "privado" de visita en la casa de Elisa, la novia de Luis. Ella comparte apartamento con otras dos amigas de cuyo nombre no puedo acordarme. Nos abrieron las puertas para pasar una velada muy divertida conversando de todo un poco y asombrándonos un poco de cada cultura, la argentina y la colombiana. Comimos hamburguesas, tomamos cerveza y nos enteramos que no somos muy diferentes.
Gracias a Luis, a Elisa y a sus amigas (¡les quedamos debiendo la cerveza!).
Cosas para apuntar de La Plata: La ciudad es re-tranqui, como dicen aquí. Todo es más barato que en capital. Hay mucho verde y poco trancón. Hay que volver en primavera. Y bueno, hay fotos de casi todo esto en Flickr (click aquí).

18/08/2007

La Plata

Hoy nos vamos a La Plata, a una hora y media de Buenos Aires, a pasar una noche allá. A salir de esta ciudad asfixiante. A sentir el frío en otras calles. Yo tengo sueño, y El Andy también. Buenas noches. Hablamos al volver.

15/08/2007

Mientras pasa el invierno

Han sido días pesados, de búsqueda de trabajo, de toma de decisiones, de inicio de proyectos nuevos. Salimos del centro, y en Boedo las cosas parecen marchar mejor. El gato sigue siendo un maleducado, es verdad, se sube encima de todo, se mete en cualquier parte, a veces nos desespera. Pero esta casa es más nuestra, y todos somos más compatibles.
Parece que el renegado diseño gráfico nos va a mantener por estos meses mientras decidimos si queremos pasar el verano aquí. Al menos hay intenciones de trabajos free-lance, que es más de lo que había antes. Y la primavera se acerca con un brillo de esperanza.
Hay fotos nuevas aquí.

12/08/2007

Mataderos

Estuvimos en la feria de Mataderos. Había muchos artesanos de cosas típicas argentinas, recuerdos, mantas, cosas de cuero. Y grupos que tocaban en una tarima presentados por un gaucho que pugnaba por volver a las raíces. Sambas de tamboras y gauchos de sombrero. Bailes que, vistos en conjunto, parecen bailes de salón, todas las parejas haciendo el mismo paso, levantando los brazos, girando y aplaudiendo al mismo tiempo. El gaucho me saludó y todos los asistentes se enteraron de que era colombiana y bogotana y que llevaba tres meses en Buenos Aires, estudiando y viviendo. Aplausos generales, charla con gente de otras nacionalidades. Nos reímos montones, Leticia, Lucie, Conrado y yo.
Desayunalmuerzo tardío en una parrilla típica, milanesas, tapa de asado, fritas, eso es lo que me gusta de esta ciudad. ¿Viste?
Algo de fotos de la feria, creo, por acá.

Ezeiza

Ayer fui a recoger a Leticia al aeropuerto Ezeiza. Viajó desde Bogotá y será nuestra vecina de cuarto. Tomé el colectivo 86 que, después de una hora y media de viaje, debía dejarme en Ezeiza. Me percaté que no tenía suficientes monedas y tuve que bajar, cambiar moneda y tomar el siguiente bus. Pagué $0.80 y no le dije nada al conductor. Al cabo de hora y media de recorrer calles en provincia, llegamos a un parqueadero en la mitad de la nada, rodeado de casas bajitas y poca actividad en las calles. No parecía haber mucho aparte de la gente que vivía allí. -Yo llego hasta aquí, me dice el conductor. Resulta que Ezeiza es el destino de otro ramal de la línea 86. Como yo no informé mi destino al subir, no me enteré de mi error. Debo regresar media hora de viaje y tomar entonces el colectivo correcto. Otro conductor acepta llevarme gratis de vuelta hasta la rotonda. Tomo el 86, esta vez con destino Ezeiza. Resulta que el viaje vale $1.25. En monedas sólo tengo $0.90 (el viaje normal cuesta $0.80). Nadie en el bus tiene para cambiarme $5 (de hecho, nadie tiene nunca para cambiar billetes). Un porteño me dona $0.50.
Llego a Ezeiza con una hora de retraso. Justo a tiempo para alcanzar a Leticia y devolvernos (¡sí!) en taxi. Qué bueno es volver a casa.

7/08/2007

Se llama Arigato

Se sube encima mío, sobre los hombros. Se me sienta en el regazo. Me quita el puesto cuando me levanto. Ataca mis pantorrillas. Se sienta sobre el teclado cuando no lo veo. Hace equilibrio sobre la torre de libros allá atrás. Juega con todo lo que se deje mover. Se mete en el cuarto aunque cierre todas las puertas y ventanas. Hace ruido. Duerme sobre mí por las noches. Se acuesta enfrente del calefactor. Saca la basura de la bolsa.
Y se llama AriGato.

6/08/2007

Más en casa

Nueva casa, nuevo barrio, nueva gente, nuevo gato. Ahora vivimos en Boedo, más lejos del centro, menos edificios de diez pisos, menos ruido. Ya no somos tan mòviles como hace tres meses y los taxis en esta ciudad no son tan chéveres cuando llevas un colchón. No quisieron llevarnos con todo y tuvimos que traer en el subte (bajar escaleras, subir escaleras, hacer trasbordo, bajar escaleras, subir escaleras) la mitad de las cosas para no parecer un trasteo.
Nueva casa. El gato se me enreda en las piernas cada que quiere, tenemos calefacción en el cuarto, y todo está lo suficientemente desordenado como para sentirnos cómodos. Nadie nos ha preguntado demasiadas cosas. Sí, es más pequeño, menos luminoso, menos central, pero me siento más en casa.

2/08/2007

Mucho sermón y poco pescado

Anoche, que coincidencialmente estábamos todos los de la casa, se hizo un encuentro grupal, para permitirnos escuchar y ser escuchados sin juicios. Yo aprendí dos cosas: uno, que a esta casa le sobran los encuentros grupales (meditación los miércoles, yoga los lunes, rei-ki cada tanto, fiestas y amigos comunes), pero le falta comprender y aceptar la individualidad. Vivir en comunidad no es compartir un espacio común con el otro, sino aceptar al otro en sus particularidades. Sólo así se puede construir un puente común, que tiene un apoyo en cada mundo individual. El encuentro se teje, no se impone. El respeto se merece, no se exije. Lo otro que aprendí es que el abuso de autoridad se perpetúa por la complacencia de los propios abusados. Sufrir y callar. He ahí el germen de la dictadura, o del cáncer. Y veo que la religión a veces disfrazada de mística, alimenta el abuso, venera el sufrimiento como algo deseable y grandioso, porque hay que sufrir para ganarse el paraíso.
¿Pero es que la vida tiene que ser un camino tortuoso para superarnos, para constantemente perfeccionarnos, para esforzarnos en interminables procesos internos? ¿Acaso no somos ya perfectos? ¿No somos, o eso dicen, una "perfecta imagen de la divinidad"? Entonces ¿por qué no dejar que ella se exprese a través de nuestras diferencias, con lo que nos hace ser nosotros?
Y bueno, ya no digo más, porque esto se está volviendo, también, un sermón. Que cada quien siga el camino que eligió.

De cumple

Bueno, tenemos casa nueva, al menos por el próximo mes. Se concretó esta mañana, cuando Andrés fue a ver una habitación disponible en una casa que viven otras 3 personas. Yo me quedé en casa, porque después de una semana me convencí de que si no le guardo estricta cama a mi tos, en este clima, no se me va a pasar nunca. Yo me he estado cuidando, como haría uno en los países tropicales, salir más bien poco (he faltado a un par de clases pero he ido al locutorio), estar casi todo el día dentro de la casa y cargar con el caloventor por toda la casa. Pero el invierno no es cosa de broma, cuando uno está enfermo, y un invierno sin calefacción no tiene mucha gracia. Sobre todo en estos días, el frío se siente apenas uno sale de la cama, así que estar deambulando por ahí no es muy bueno. Y el caloventor es una de esas cosas, creo que ya lo había dicho antes, que uno no lo sabe de cierto, pero una mamá diría que no es bueno. No para las vías respiratorias, al menos, un flujo constant
e de aire circulando por el cuarto. Hoy solamente he salido de la cama para ir al baño. Y me siento mejor que ayer a la misma hora. Ahora agradezco no tener trabajo todavía y poder guardar cama mientras me curo. Andrés ha tenido que salir en las noches, pero sus defensas son mejores, porque aunque a él también lo iba a agarrar la peste, ya está casi bien. O quizás es por ese efecto que tienen las parejas de que si uno de los dos se enferma, el otro procura estar bien para poderlo cuidar, que es lo que él ha hecho conmigo.
Bueno, pero el tema era otro, tenemos nuestra nueva habitación desde el sábado, y hasta que encontremos algo para los dos (quizás la vida en comunidad no sea nuestro fuerte). Tendremos internet legal, menos cantidad de gente extraña, y un gato. Y a lo largo del viaje, hemos aprendido que los lugares en que viven gatos son buenos lugares (y esto es verídico en un 90% de los casos). Eso es una buena señal. Es mejor solo que mal acompañado, pero es mejor con un gato que solo. Y casa nueva el sábado, para el domingo, será mi regalo de cumpleaños.