29/06/2007

Calor en provincia

En provincia atardece de un modo sutilmente diferente. O quizás era el
día, con el cielo límpido de otoño, como debería ser siempre. Caminamos,
como siempre, más de diez cuadras. Una casa de familia. Una casa con
calefacción, que es algo que me es ajeno todavía. Poder quitarme la
chaqueta, el suéter, los zapatos. La gente se sorprende de que sea
delgada, siempre me ven llena de chaquetas. Tomar mate con facturas. No
es que no me guste el mate, simplemente no reemplaza al café. Hablar de
cualquier cosa con gente que acabo de conocer (ya me estoy
acostumbrando), jugar de reojo con un nene de un año que no hace
demasiado lío. Adormecerme un rato por la temperatura cálida, junto al
calefactor, a sabiendas de que debía tomar un tren, cuarenta minutos de
frío hasta el centro. Comer muchas más facturas de las que me
correspondían y todavía otro par de galletas saladas. Salir al frío que
esperaba más frío, a esperar un colectivo que solo sabes real cuando lo
ves venir en el fondo de la calle.

Sin más palabras.

La primavera llega el 21 de septiembre.

A propósito de las últimas fotos.

Protestas por todas partes. Nadie sabe de qué, y no parece importar
mucho. Corrientes es como la séptima bogotana, aquí convergen todas las
manifestaciones de Buenos Aires. Lo mejor es cuando llegan a la 9 de
Julio, el otro día salí con mi cámara ni bien los oí llegar por
Corrientes, para ver cómo un río de gente bloqueaba la gran avenida. El
espectáculo no era tan impresionante, sobre todo si no se tiene un
objetivo amplio para poder captarlo. Y si no hay tanta gente como para
que una avenida de doce carriles se vea tumultosa. No importa, de todos
modos fue una cosa circunstancial. Coincidimos, los manifestantes y yo.
Para hacer una manifestación en Argentina, principalmente necesitas
ruido. Bombos, platillos, cornetas, tambores. cualquier instrumento
rítmico y ruidoso te asegura presencia, aunque el grupo sea de diez
personas. Diez personas no pueden hacer mucho escándalo, pero si se
trata de diez bombos...
Por lo demás, lo común: pancartas, gente vestida de colores similares,
algunas fachas extravagantes y más bien poca arenga. Caminar hasta
llegar a la plaza de mayo. Seguir tocando los bombos. Esperar a que
descongestionen Corrientes.
Contemplar la larga estela sobre el pavimento, de panfletos que nadie
recoje.

28/06/2007

Encontrado en viejos escritos

Dos razones para el viaje:
Saber qué pasa, finalmente, cuando estamos bajo presión.
Desaparecer por fin nuestra falta de confianza, el agobio por lo
abstracto de problemas que no tenemos.
Lo que queremos realmente, como somos realmente.

La inestabilidad.

26/06/2007

De tomar

Me parece que aquí todo se resuelve con mate. El frío, la conversación y el plan vespertino. Pese a que hemos ofrecido alternativas colombianas, o los ánimos experimentales son más bien escasos, o la pasión por el mate es inigualable en estas tierras, y eso es lo que más se consigue para combatir el frío. Aunque también existe cierta popularidad por el café en diversas variaciones (en cualquier confitería):
Café: Una taza tintera de café negro, malo, amargo y necesitado urgentemente de azúcar. Las siguientes variaciones tienen esta misma presentación.
Cortado: café negro en agua con un chorrito casi imperceptible de leche.
Lágrima: Café en leche, esto es, leche caliente con una lágrima de extracto de café.
Los precios del café así servido, en todo caso, pueden triplicar o cuadriplicar los de sus equivalentes colombianos, con lo que además de añorar ese aroma lleno de sabor, uno se siente doblemente estafado.
Según la confitería pueden acompañar esto con una galletita, y siempre con azúcar, edulcorante, un vaso pequeño de agua (para pasar el sabor del café, claro), y a veces un vaso igual de jugo de naranja de caja (que nunca es igual al natural, esto lo debemos reconocer todos).
De aguardiente,ni hablar, ese término es conocido solo por quienes han recorrido tierras al norte. Aquí se toma cerveza y vino, dos alternativas más rentables que las gaseosas o los jugos. Recuerdo que un buen pedazo de carne y una botella de vino eran productos obligatorios en los carritos de mercado en Mendoza, tierra de viñedos y de donde vienen en general todos los vinos, al menos los buenos.
Hay otras cosas. En El Bolsón, Daniel nos mostró que el Fernet se toma mejor con cocacola. Es un licor amargo, con cierto componente herbáceo verdusco, que se toma en sorbos cortos, y con una larga conversación.
Y para los abstemios, se puede comprar una Terma, que viene en botellas plásticas, como una gaseosa, pero es un agua sin gas preparada a base de extractos hierbas. En realidad, solo sabe bien si se sirve fría y mezclada con soda, que aquí se consigue en esos sifones que usaba Mafalda cuando jugaba a ser astronauta.
Nosotros nos hemos dedicado a la vida sana, y aparte de la cocacola personal que Andrés se toma religiosamente todos los días, en general solo bebemos agua. Es verdad que sirve para calmar la sed.

El café

Me parece que aquí todo se resuelve con mate. El frío, la conversación y
el plan vespertino. Pese a que hemos ofrecido alternativas colombianas,
la pasión por el mate es inigualable en estas tierras, y eso es lo que
más se consigue para combatir el frío. Aunque también existe cierta
popularidad por el café en diversas variaciones (en cualquier confitería):
Café: Una taza tintera de café negro, malo, amargo y necesitado
urgentemente de azúcar. Las siguientes variaciones tienen esta misma
presentación.
Cortado: café negro en agua con un chorrito casi imperceptible de leche.
Lágrima: Café en leche, esto es, leche caliente con una lágrima de
extracto de café.
Los precios del café así servido, en todo caso, pueden triplicar o
cuadriplicar los de sus equivalentes colombianos, con lo que además de
añorar ese aroma lleno de sabor, uno se siente doblemente estafado.
Según la confitería pueden acompañar esto con una galletita, y siempre
con un vaso pequeño de agua (para pasar el sabor del café, claro), e
incluso de jugo de naranja de caja (que nunca es igual al natural, esto
lo debemos reconocer todos).

Café y mate

Ícaro vive con Karen en San Martín. O San Algo, no estoy segura.
Provincia, o sea el pedazo de ciudad al que voy en tren. Dicen que en
provincia hacen dos o tres grados menos de temperatura que en capital, y
voy a empezar a creerles. Solo que Ícaro tiene calefacción de gas, y
nosotros apenas tenemos un calentador de ambiente. Pero no importa,
porque todavía no se congela nadie, el invierno acaba de empezar. Ya es
oficial.
Tomamos café colombiano, eso sí, el de verdad. Huele a café y sabe a
café. A mí siempre me preguntan si en Colombia tomamos mate o algo
parecido. Se diría que tinto (café negro), pero no es igual. el mate
tiene una connotación social, la gente se reúne, charlan, comparten el
mate. En Colombia se toma tinto porque el tinto es rico. Por tomar algo,
porque sí. Solo o acompañado. Por calentarse, por mantenerse despierto.
Pero tomar mate estando solo es un pocoun contrasentido, no tiene
gracia, no tiene ese espíritu de comunión que tienen acá. La
conversación como centro social, hablar un montón, y hacerlo bien, sobre
nada en particular, sobre boludeces, como dirían aquí. En esta casa
somos gente callada, más bien silenciosos, iniciamos pocas conversaciones.
Y eso que ahora hablo mucho más que antes.

25/06/2007

Para el norte

¿Que cómo está Buenos Aires? Sí, frío, pero no tanto. O al menos no tanto como me imaginaba en Colombia. Llueve, de vez en cuando, pero cuando lo hace parece que se nos fuera a venir el cielo encima. El jueves llovió, y para mi sorpresa hacía menos frío del habitual. O quizás fue porque no salí casi de la casa. Cuando se tiene un cielo tan limitado, no es aliciente para una vida en exteriores el verlo nublado y cargado de electricidad. Aunque tiene su carga poética, con todo eso, es verdad. El cielo porteño cargado de electricidad poética.

Colombia ahora parece un sueño que me hubiera mantenido durmiendo dos semanas. Me dejó un buen par de buenos recuerdos, y he decidido olvidar aquí los que no lo fueron tanto. Fui y volví sin novedad, y tanta gente me ha preguntado cómo es posible que haya regresado por tan sólo diez días, que he empezado a preguntármelo yo misma también. Quizás decida un día darme vacaciones, y regresar de incógnito, eso sí (¿o sería de incógnita?), que prefiero verme diez días con dos personas, que ver a veinte en un solo día. Fue como cuando uno se ve en una fotografía, sabe que estuvo ahí porque salió en la foto, pero la foto misma es más permanente que la presencia.

Pero por fin puedo escribir esto en mi cuarto, y en mi máquina. Es verdad que no puedo enviarlo ahora, pero mi dependencia de los locutorios es cada vez menos angustiosa. Ya es noche cerrada, como corresponde a un invierno declarado, creo, a partir de este fin de semana. Y el cuarto está tibio gracias a nuestro nuevo calentador de ambiente. No había forma de que yo sobreviviera una semana más sin él. Y no es que sea tanto el frío, porque ya lo dije que no hace tanto. Es su persistencia, el tener frío todo el tiempo, el que las manos estén frías siempre, aunque afuera haga sol. Tener la posibilidad de calentarse en cualquier momento es algo que solo aprecian quienes viven en una casa sin calefacción.

Por lo demás, en estas tierras han explotado poco el poder calorífico del cacao y el chocolate calientes, de los que todavía me queda una buena reserva. No puedo decir lo mismo de las arepas, que mermaron tan rápido que ya pronto las extrañaré de nuevo. A mí lo que me sorprende es que algo tan versátil pero tan sencillo de hacer como un emplasto de harina sobre una sartén no haya trascendido más fronteras. Debe ser la latitud, digo yo, que como el sol no se mueve encima de nosotros no haya existido aquí el concepto de la tierra plana, y a lo mejor la génesis de la arepa se encuentre precisamente ahí. Habría que explorar esta teoría, si hay algún antropólogo que acepte el reto.

En la semana que estuve fuera, Andrés sobrevivió con una alta dosis de choripanes, que tampoco tienen mayor misterio: un chorizo a la parrilla, partido en dos a lo largo, y puesto sin más preámbulos en un pan partido al medio que parece francés, aunque digan que no, y aderezado con lo que el local ofrezca, que no va mucho más allá de mayonesa y una especie de chimichurri de calidad altamente variable. Harina y proteína, que básicamente resume los dos componentes principales de nuestra dieta, salpicados con un zapallo por aquí, una berenjena más allá y tomate cuando el verdulero no se pone aristocrático. Yo sé que suena muy básico, en comparación con nuestro menú diario en Colombia. No se lo tomen al pie de la letra, que cualquier afirmación universal en este contexto no se refiere a Buenos Aires, ni siquiera a la Capital, sino a este sector diminuto que llaman el centro, casi el microcentro (¡existe!), donde la gente no come lo que el resto de los mortales. Los porteños, al menos. Los turistas sí tienen una oferta de lo más variada en estilos internacionales, a precio de turista, claro. Otra cosa es el resto de la ciudad, de la provincia, y del país.

Aprovechando estas salpicaduras de información, y como me percaté que mi visita a Colombia suscitó preguntas que bien podría responder en este espacio, insto a mis lectores de otras tierras, o de estas, qué carajo, a que sacien su curiosidad conmigo. Contestaré todas las inquietudes de las que me sienta capaz. De paso me dan un par de temas para escribir aquí, porque confieso que hay días en que no sé qué contar, por sorprendente que eso pueda parecer. Los escucho, o mejor: los leo.

20/06/2007

Segunda vuelta

De nuevo en Buenos Aires, en la ciudad sin horizontes que no distingue a extraños. Llego y me encierro a dormir dos días seguidos para compensar

mi trasnocho de toda la semana. A quienes me vieron en Bogotá, disculpen
mi corta estadía. A los que no me vieron, disculpen mi ausencia. Se ve
que diez días no me alcanzan para todos mis compromisos en Bogotá, pero
son suficientes para olvidar mis compromisos en Buenos Aires. De paso,
antes de mi avión tuve que reacomodar, cuando no desechar, alrededor de
veinte kilos que llevaba de exceso de equipaje. Era eso o pagar
trescientos quince dólares de sobrepeso como me informó la aerolínea. Me
quedé con bastante café y bien poca masa para arepas, un par de dulces y
suficiente ropa para alcanzar a la primavera, creo. Al menos, más de la
que había antes.
Sonará pretencioso, pero mi agenda me quitó todas las ganas de escribir
en este blog, cada minuto libre fue aprovechado en visitas, llamadas,
compras o sueño. Y fue como un sueño haber estado en Colombia, y volver,
con la frente quizá más marchita, pero los desayunos de esta semana
nutridos por arepas y cacao casero. A Bogotá no la vi diferente porque
la ciudad haya cambiado, sino porque yo he cambiado, y ahora la veo con
mucho más cielo y más verde que antes, y también más paranoia y
agresividad en las calles. La ciudad plana y alta en la que el sol se ve
avanzar, llena de paradojas. Me gusta la sabana, como debió gustarle a
sus primeros habitantes, pero lo que más me gusta de ella es lo que
tiene de sabana, más que lo que tiene de ciudad. Bogotá es
contradictoria, y ha de ser en esos desencuentros uranos en que se
descubre su magia. Por lo pronto, me quedaré en la mole de concreto, ancha y ajena de la que, de paso, subo fotos del día de hoy, enrarecido y lluvioso, pero tomadas antes de llover.

Saludos a quienes me leen desde tierras lejanas, me alegra haber sido portadora de mensajes inesperados y alegres.

14/06/2007

Todas las fotos todas

Los siete días que llevo en Colombia no me han dejado un respiro. Buscar, visitar, comprar, hablar, tratar de hacerlo todo en diez días. Logré un apunte apenas en el blog.
Pero tengo una buena noticia: conseguimos un patrocinador para la versión completa de Flickr y ya podemos acceder a todas sus ventajas. Esto significa que a partir de hoy, están disponibles todas las fotos del viaje, todas todas, desde el principio. Una buena oportunidad para que los atrasados se pueden actualizar de las imágenes desde enero. También estoy trabajando en una clasificación, que sigue preliminar, pero ya pueden encontrar carpetas a la derecha de las imágenes.
Y ya no tenemos límite de descarga, así que no hay que esperar hasta el 3 de cada mes cuando se llene la cuenta. Esto, hasta ahora es lo que mi tiempo aquí me ha permitido.
Gracias, Manuel. Abrazos desde el norte y desde el sur.

11/06/2007

En avión

Yo lo que pienso es que fue una fortuna poder elegir entre pasillo o ventana, a mí me encanta mirar por las ventanillas, porque se ve pasar todo, se sabe por dónde se llega. Y miraba hacia abajo, hacia las nubes y los huecos que las nubes dejaban, y pensaba en que los cuatro meses que tardé en recorrer todo esto los estaba recorriendo de vuelta en seis horas. Hay quien dice que seis horas es un viaje pesado, pero después de pasar veinte horas en un bus ya nada es demasiado. Me gustan más los recorridos minuciosos, cuando llegas y te vas como quieres, y te detienes donde el corazón te llama.
Y todas las historias que están allá abajo, desparramadas. Viajar en avión es como viajar en subte: sabes dónde te subes y dónde te bajas pero ignoras por completo el camino de enmedio, toda la tierra que hay. Y desde arriba no se distingue nada, no supe en qué país estábamos, qué era lo que estaba viendo, o qué había debajo de las nubes. Los aviones son raros, la tripulación ya ha olvidado que están recorriendo tantos kilómetros y todo el tiempo esperé que el piloto anunciara por dónde estábamos pasando. Quizás es porque me gusta tanto viajar por tierra, y es que todos los demás pasajeros parecían indiferentes al hecho de que hubiera varios países pasando por debajo de nosotros. Mi compañero de asiento duró la mayor parte del viaje cubierto hasta la coronilla con la frazada que dan, sin querer saber siquiera que estaba en un avión.
Yo con una ansiedad creciente, viendo cómo cambiaban las formas de las nubes, cómo mientras más nos acercábamos al Ecuador se iban haciendo cúmulos más altos y más densos, no como la manta horizontal de neblina que se ve en el sur. Cada vez más montañas y más verde, ríos diminutos, y campos sembrados con formas cuadriculadas, rectilíneas, como rectángulos cosidos en una colcha. Y luego terrenos inmensos y despoblados, con ríos como serpientes, con árboles y pantanos, quizás la selva, sin montañas.
Y de la nada el piloto anuncia el aterrizaje, ya llegamos, Bogotá salió de la nada, tan verde y tan amplia, tan llena de las cosas que no veo hace cinco meses. Aquí estoy de nuevo, pero sigo de viaje.

6/06/2007

Otra vuelta

Estoy a menos de 12 horas de tomar mi vuelo hacia la soñada Colombia. Tengo las mariposas en el estómago que siempre me acompañan antes de esta clase de aventuras, y que me preocuparé el día que me abandonen.
No tengo miedo del encuentro con el pájaro que vuelve a enfrentarse con mi vida (como dice el tango). Lo que sí es que llevo una maleta vacía y una memoria llena de recuerdos para contarles todo. Todo lo que recuerde al menos, que ahora no sé si olvidé más cosas de las necesarias, y todo lo que no he puesto aquí...
Pero estaré allá, de cuerpo presente, para el que me quiera ver.

5/06/2007

Capital y provincia

Poca pantalla, poco caminar, mucho pensar y esperar. Tengo algunas fotos que no he subido porque en vísperas de viajar los locutorios me repelen cada vez más.
El domingo pasado estuvimos en provincia, que aquí es todo lo que esté por fuera de la muralla que contiene a Capital Federal, y se llega en tren. A Castelar es menos de una hora. Pero en realidad es la misma ciudad continua, no hay potreros, no hay campo intermedio, casas y casas y casas. Muchos más antejardines, parques, árboles y tranquilidad. La gente vive menos afanada, se siente menos la densidad urbana, el sol llega hasta el pavimento de la calle y caí en la cuenta de que hace rato que no veía niños por la calle. El centro es centro aquí y en Cafarnaúm, edificios altos, gente de negocios con sus caras de preocupación, volantes entregados en cada esquina, basura, motores ensordecedores, y todo cuesta el doble. Pero salimos en todos los mapas, que ignoran abiertamente más de la mitad de la capital.
La provincia de Buenos Aires es más grande que la capital, pero parece no existir para los porteños.