11/06/2007

En avión

Yo lo que pienso es que fue una fortuna poder elegir entre pasillo o ventana, a mí me encanta mirar por las ventanillas, porque se ve pasar todo, se sabe por dónde se llega. Y miraba hacia abajo, hacia las nubes y los huecos que las nubes dejaban, y pensaba en que los cuatro meses que tardé en recorrer todo esto los estaba recorriendo de vuelta en seis horas. Hay quien dice que seis horas es un viaje pesado, pero después de pasar veinte horas en un bus ya nada es demasiado. Me gustan más los recorridos minuciosos, cuando llegas y te vas como quieres, y te detienes donde el corazón te llama.
Y todas las historias que están allá abajo, desparramadas. Viajar en avión es como viajar en subte: sabes dónde te subes y dónde te bajas pero ignoras por completo el camino de enmedio, toda la tierra que hay. Y desde arriba no se distingue nada, no supe en qué país estábamos, qué era lo que estaba viendo, o qué había debajo de las nubes. Los aviones son raros, la tripulación ya ha olvidado que están recorriendo tantos kilómetros y todo el tiempo esperé que el piloto anunciara por dónde estábamos pasando. Quizás es porque me gusta tanto viajar por tierra, y es que todos los demás pasajeros parecían indiferentes al hecho de que hubiera varios países pasando por debajo de nosotros. Mi compañero de asiento duró la mayor parte del viaje cubierto hasta la coronilla con la frazada que dan, sin querer saber siquiera que estaba en un avión.
Yo con una ansiedad creciente, viendo cómo cambiaban las formas de las nubes, cómo mientras más nos acercábamos al Ecuador se iban haciendo cúmulos más altos y más densos, no como la manta horizontal de neblina que se ve en el sur. Cada vez más montañas y más verde, ríos diminutos, y campos sembrados con formas cuadriculadas, rectilíneas, como rectángulos cosidos en una colcha. Y luego terrenos inmensos y despoblados, con ríos como serpientes, con árboles y pantanos, quizás la selva, sin montañas.
Y de la nada el piloto anuncia el aterrizaje, ya llegamos, Bogotá salió de la nada, tan verde y tan amplia, tan llena de las cosas que no veo hace cinco meses. Aquí estoy de nuevo, pero sigo de viaje.

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