31/05/2007

Si piensa vivir en un clima frío, no compre muebles de cuero.

Hoy hace un frío de mierda. Te lo dirá cualquiera por la calle. Se mete por los agujeros (intencionales o no) de la ropa y te entumece las puntas de los dedos, de las manos, de los pies, de la nariz, de las orejas. No hay sol, no hay lluvia. No hay calefacción en la casa (pero una casa fría en invierno es una casa fresca en verano). Quizás compremos un calefactor.
Cosas agradables en invierno:
una ruana de lana.
encerrarse en la cocina y encender el horno de gas.
la tela térmica del sleeping-bag.
la hornilla de la estufa encendida, calentando la tetera llena de agua.
una panza de gato.
meter las manos debajo de las piernas.
lavar los platos con agua caliente.
pensar en unas medias térmicas.
el ventilador de un computador encendido.
un mate caliente.
una biblioteca con calefacción.

Que me vuelvo, carajo!

Pero apenas por diez días. Mis ángeles guardianes me han permitido una pequeña licencia y visitaré Colombia por diez días (del 10 al 17 de junio). Apenas ayer pude confirmarlo (por eso no había dicho nada). Es un viaje relámpago para solucionar el problema (a). En esas, y buscando trabajo en GBA, no he podido concentrarme mucho en este espacio. Pero pasito a pasito se llega lejos, y hoy subí un par de fotos nuevas.
¿Todavía se comen arepas en Colombia?


Ché, ¿viste? Piola es copado

Así, sin más explicación.

(argentinos)

26/05/2007

disculpas públicas

Quiero pedir disculpas públicas por mis ausencias persistentes en este espacio. Pero me justificaré propiamente: no tengo una oficina, ni nada parecido. Considérese que (a) no tengo computador y (b) no tengo conexión a Internet. Esto implica que yo debo escribir, siempre, en un computador prestado o alquilado, con particularidades diferentes de pantalla (no hablemos de los teclados) y con mis archivos de un lado a otro en la cámara porque ya no tengo memoria USB. Por lo general, cuando tengo ánimos de sobreponerme a estas molestias no hay un equipo disponible, o tengo que salir al locutorio a que el implacable cronómetro o el frío que hace hasta el local me digan cuánto tiempo dedicar a mi blog. Afortunadamente, estamos en espera de una máquina que me va a ayudar a solucionar el problema (a). Sobre (b) todavía falta mirar, pero al menos serán solo dos teclados diferentes para manejar. En fin, habrá quien me entienda. Y habrá quien diga que me hago la víctima. Y pienso que los dos tendrán razón, al fin y al cabo no hago sino reírme un poco de todo esto, que les cuento es para que se rían conmigo.

Por los lados les cuento que subí un par de otoñales fotos para no desentonar.

Nunca disfruté tanto del sol como en otoño

Ah! Qué maravillosa tarde en Buenos Aires, dos pares de medias de colores colgadas en las cuerdas de tender de la terraza, y el sol que se despide del otoño y nos deja en el medio de la tarde de un domingo de mayo.

Y aprendo a disfrutar de ese otoño, cuando che inti, el antiguo hacedor, nos sorprende todavía por los rincones de la calle.

23/05/2007

Buenas nuevas

Una buena noticia, de ayer: Andrés consiguió trabajo, o más bien, consiguió una oportunidad para estudiar caligrafía. La cosa es como sigue: la maestra que dicta las clases en la Papelera Palermo notó su particular interés por convertirse en calígrafo (algo que todo el mundo toma como un hobby) y le ofreció un cupo en su curso privado, que dicta ella a seis estudiantes, fuera del taller, durante un año, materiales del curso incluidos. A cambio, él será su asistente personal y absorberá como una esponja (estoy segura) todo lo que ella pueda enseñarle.
La caligrafía, de maestro a aprendiz, le está abriendo las puertas a través de Silvia Cordero Vega . Ella, a su vez, fue aprendiz de Brody Neuenschwander (¿alguien se vió la película Escrito en el cuerpo ?). 

Cambio de luc

Para atenernos a las nuevas caras que deben adoptarse en los nuevos ambientes. Ayer hice un par de arreglos aquí, pero no se asusten que todo sigue igual: el link de las fotos sigue a la derecha, y todo está más o menos igual salvo los colores, creo. Ya me dijeron que el contador de visitas voló (involuntariamente), y me sería de gran ayuda si alguno recuerda más o menos con exactitud la cantidad de visitas que llevaba hasta ayer, para poderlo poner de nuevo. Es que se fue al cesto de la basura, y debo componer otro nuevo.
Cosas de la tecnología.

Buenos Aires después de las 19hs

O incluso desde antes. Esta ciudad no es agresiva, no se ven los indigentes que se te acercan con cara de matones y una botella rota en la mano. A las once de la noche la calle bulle de gente, los cafés siguen llenos a las cuatro de la mañana aunque haga un frío de pedos. Basta un buen abrigo, una bufanda, un cuello alto, que es todo lo que la gente usa para defenderse cuando sale a la calle.

Es difícil cumplir en Argentina la consigna de no-hables-con-desconocidos porque en cualquier momento viene una señora a quejarse contigo de cómo está caro todo, o sugerirte una exposición para visitar si amerita la ocasión, o preguntarte de dónde eres, porque se nota que no eres de aquí ¿no?

Entre las nueve y las diez, eso sí, la ciudad exhibe su basura. A cambio de tener un panorama siempre limpio, la basura debe sacarse en ese lapso de tiempo, con penalización para los infractores. Al otro día, mágicamente, las bolsas negras han desaparecido, y a veces dejan a su rastro objetos inverosímiles: canastos, muebles, estantes, cosas que fueron desechadas demasiado pronto.

Subte hasta las once, y colectivos toda la noche, a veces lentos, pero seguros, más de media hora no tenés que esperar, no importa la hora que sea. En los bares la entrada libre (cuando la hay) es hasta las dos o tres de la mañana, cuando se empieza a prender la rumba, nunca antes. En toda la capital, bebidas alcohólicas para llevar a tu casa solo hasta las once, con sus veladas excepciones, claro, porque una ciudad no puede mantener sus vicios diarios con los precios que cobran los cafés y los boliches, que muchas veces quintuplican los precios de supermercado.

Calles tranquilas, frías y solitarias las del centro, en la periferia del obelisco donde después de las diez de la noche no hay abierto nada que no sea un restaurante o un kiosko. Olvídate de conseguir carne, leche o pan a esa hora. Los kioskos (siempre hay uno abierto, no importa la hora) son tiendas en donde la oferta no va mucho más allá de cigarrillos, gaseosas, comida de paquete, alfajores y golosinas en general. Pero si son las tres de la mañana y tienes hambre, un paquete de diez madalenas no cae mal. Como ponquecitos Ramo, pero más pequeños y con más azúcar, son una pequeña reminiscencia de casa, allá donde el centro bulle de pinchos y chorizos casi toda la noche. Es verdad, prefiero la sal que el azúcar.

22/05/2007

frío chiquito

Aquí hace frío si no se está al sol. Y la humedad se mete por debajo de las frazadas y deja húmedo el colchón y la gente que duerme en él. Entonces estás húmedo y caliente. Y te levantas, húmedo pero ya no caliente (eso es lo que me obliga a volver a la cama).
Si eres friolento, tus manos estarán heladas todo el tiempo que las dejes por fuera de los bolsillos o los guantes. Verás el sol por la ventana y te preguntarás cómo es que puede brillar tanto si adentro sigue frío. Es como un frío chiquito, porque no es tanto, pero igual está siempre ahí, cuando está.
A los de aquí se les hace raro Colombia, donde puedes estar frío todo el año en Bogotá y viajar dos horas para estar caliente en Girardot, todo el año.

20/05/2007

chino

Hay un restaurante chino, ya no me acuerdo dónde, cuyo primer plato de la sección Mariscos se llama Felicidad para todos.

18/05/2007

El gato sobre las tumbas

Hoy visité el cementerio de la Recoleta que, como todo lo de interés en esta ciudad, está lleno de turistas registrándolo todo. Estuve un buen rato buscando la tumba de Evita Perón, sin mucho convencimiento y sin mucho éxito en verdad. Pero vi un par de cosas interesantes, en este lugar en que me sentí orgullosa de mi vitalidad, atisbando entre los muertos de piedra y de olvido.

Me gusta cuando la piedra se mancha por la humedad y pone ojeras en las esculturas de los ángeles, y hace que las cosas dejen de verse nuevas. Algo nuevo en un cementerio es casi como una ofensa, como esos mausoleos relucientes de mármol pulido que parecen bóvedas bancarias con entradas de cajero automático.

Me gustan también las expresiones dolientes de esas estatuas de piedra, que irradian esa melancolía de seis menos diez, cuando suenan las campanas que anuncian que el cierre está próximo. Se quedan mirando al vacío, con ojos sin pupilas, como si en el fondo de sus corazones de piedra se alcanzaran a conmover con la ausencia de los que tampoco están aquí.

Pero sobre todo me gustan los gatos, que andan en grupos de cinco, de diez,+ grandes, felpudos, cafés, grises. Parece como si formaran parte del paisaje, como si cuando hicieron el cementerio los gatos ya estuvieran allí. Se apostan todos en cualquier lugar a mirar a los turistas y dejarse fotografiar sobre los mausoleos, y no les importa.

17/05/2007

Hay una casa llena de gente.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Bailan, se quejan, gritan, ríen, cocinan, abrazan, ayudan, lloran, hablan, juegan, remiendan, lavan, abren las ventanas, suben el volumen, lo bajan, ponen velas, meditan, celebran, se encierran, comen, escuchan.

Hay tres en la sala despatarrados en los sillones blancos, dos en el cuarto tomando mate antes que se enfríe el agua en el termo de plástico, uno en el baño-sauna que empaña el espejo cuando abren la ducha, y grita ¡Agua! cuando alguien abre en la cocina. Otros dos deben estar afuera, trabajando, o pasando la noche en esta ciudad que duerme de día. Volverán más tarde a poner música alto, a comerse las sobras de arroz en la nevera, a dormir hasta el mediodía. A buscarse la vida, como casi todos aquí, que buscamos la vida antes que nos encuentre la muerte.

15/05/2007

La Feria de San Telmo_

Vajillas antigüas, espejos, joyas del siglo antepasado, fotografías, botellas vacías de sifón, cubiertos de plata, boleras, cómics viejos, pipas, juguetes de hace treinta años, canastas de cocacola de madera, acetatos de tango, chales de abuelas.

Orquestas que tocan tangos a dos bandoneones y banqueros.

Un bailarín de tango callejero baila con una muñeca de trapo, una mujer europea canta en francés tocando un acordeón, un organillero hace cantar a un par de loros, un titiritero maneja al borrachín sobre la tarima de juguete al compás de un tango tocado en vitrola.

Colaboración

Samuel envió esto a mi correo personal, pero considero que va muy bien aquí...

" (...)

Deben recordar que no están en el trópico, donde el mar es sinónimo de calor. Yo tuve la misma sensación de frío en la Florida, y eso que allí no llegan las estaciones con el rigor del norte; pero igual, hay una época en que el sol no calienta y uno puede permanecer horas debajo del mismo sin lograr tibiar el cuerpo. El mar igualmente se enfría, y el agua no sólo no es tibia sino que es casi helada. Es algo que tenemos los del trópico pero que solamente reconocemos cuando nos hace falta. Calor todo el tiempo que queramos y que tenemos con sólo bajar 40 minutos y ubicarse a 800 metros del nivel del mar. Es decir si tienes frío puedes ir a Melgar, donde jamás sentirás frío así no se le vea la cara al sol. En fin, como te digo es como la música que suena completamente distinta a como la oye uno aquí. Pasaba lo mismo con el kumis o el yoghurt, que en Florida no se conoce, y a uno le sabe exquisito cuando se lo llevan de acá. Claro, aquí es bueno, pero no sabe lo mismo. Es una buena experiencia, lo mismo que reconocer que la tierra verdaderamente vale la pena.

(...)"

14/05/2007

Aaaarrrrgggghhh!!!

Escribí por un par de horas, lo que iba a publicar aquí y varios correos electrónicos. Los grabé en mi memoria USB. Vine al locutorio. Mi memoria se acaba de dañar. Perdí en ella toda la información digital que tengo en Buenos Aires.
Les juro que aquí iba un post que me encantaba.
No voy a escribir nada más.

12/05/2007

el lugar en el que nadie sonríe

Ayer monté en el subte por primera vez. Se bajan unas escaleras que uno se siente descendiendo al Averno, unas primero para comprar el ticket y otras más para tomar el subte. Me sentí como en una película, con las luces de neón, las vallas, y las sillas para esperar.
El vagón surge desde el lugar menos esperado, me sorprendí mirando hacia el otro lado cuando ya venía detrás mío. Pero no se ve venir, ni siquiera se oye. Se siente. De pronto el aire resuena y el túnel retumba y es un rumor que viene de lejos y se acerca. Luego la ráfaga de viento, el vagón que se detiene y las puertas que se abren sin atropellar a nadie.
Adentro, es un clima como de limbo. Cuando no hay un vendedor, todo está en silencio, un silencio raro, tapizado con el ruido del vagón contra las paredes del túnel, colándose por las ventanillas abiertas, el bamboleo, la gente medio colgada de los aros que tienen los tubos del techo. Pero lo más impresionante es sentir que ninguno de los que viajan en el subte están realmente allí. Todos viajan con una expresión ausente, metidos en sus propios mundos que se deben parecer mucho entre sí, porque todos tienen esa misma expresión de seriedad, de neutralidad, de falso estar. Al menos cinco personas cerca de mí tienen un celular en la mano en el que marcan con desenfadado interés, escriben mensajes, revisan directorios, juegan. Varios otros tienen audífonos, y al menos se siente su presencia de gente que mira el mundo con banda sonora.
De cuando en cuando alguien se para de repente y se acerca a la puerta. el vagón se detiene otra vez (en subte todo es tan cerca), unos bajan, otros suben, nadie habla con nadie, y nadie sonríe. Van a decir que yo leí mucha Mafalda, pero me acuerdo de Quino todo el tiempo, hay una tira en que el papá de Mafalda va sonriente en el subte porque ella le desó felíz día con un beso. "Y a este qué le pasa?" dicen los demás, cuando lo ven con esa sonrisa de ensueño en el lugar en el que nadie sonríe. Pero hay que hacer una pequeña precisión: no es que todos en el metro vayan enfadados. Es que no están ahí. Están arriba, con sus familias, con sus trabajos, con el partido de fútbol, con el sueldo que pagan del primero al siete, con deicidir si como en la casa o afuera, si total me sale lo mismo con lo caro que está todo. Están afuera, con los niños que esperan en la casa, con el resultado de Gran Hermano, con la marcha de protesta por la indignación, siempre por algo, siempre hay alguien indignado, aquí la indiferencia tiene otro sabor.
Y yo me pregunto, con uno de esos pensamientos míos trágicos que me dan a veces: ¿si el subte se descarrila y "espachurramos todos", quién de ellos dirá que vivió concientemente, hasta el último minuto? ¿quién recordará al que viajaba al lado? ¿quién sabrá cuál era la historia del ciego que pidió monedas esquivando a la gente que no veía?
Y lo escribo, sentada en el locutorio, mirando una pantalla que me tiene siempre en otras partes, otras latitudes, otros temas, y no sé cómo se llama la mujer china que atiende por las noches, en el turno de 18 a 4, ni si le alcanzarán los 600 pesos que gana de domingo a domingo.

9/05/2007

No somos gente acelerada

Antes que nada, he de decir que esta no es mi ciudad, como lo escribí anoche en el primer ejercicio de mi clase de dramaturgia. Y no lo es porque aunque vivo en ella, sé que no quiero vivir para siempre. Ni siquiera estoy segura de querer vivir aquí un año entero. Después de semanas de naturaleza y campo, la ciudad es apabullante.
Para un par como nosotros, lentos para la toma de decisiones, para arrancar cosas nuevas (aunque no lo crean salir de viaje nos costó meses de pensarlo y pensarlo), la ciudad tiene un ritmo demasiado frenético, el tiempo se pasa más rápido. Hace un mes, antes de llegar a Buenos Aires, las semanas eran largas, había tanto qué contar, pasaban tantas cosas. Ahora el tiempo parece haberse acelerado, un día ya no alcanza para vivir tanto, y una semana se pasa entre tareas parecidas (coger bus, comer, caminar por las calles llenas de comercio, ir a internet, estar en la casa, dormir, claro).
No somos gente acelerada, la pensamos bastante antes de movernos. O quizás es que nos hemos vuelto así.
A propósito, subí un par de fotos nuestras, para que nos vean.

8/05/2007

"ej qe las fotos shá están publicadas, ¿viste?"

(ya están publicadas), así hablan los porteños.
Porque los del norte hablan diferente, y los del sur también.
Pero dicen lo mismo.

Alguien me pregunta sobre Peludo. Pero Peludo no está hecho para trabajar. Le gusta quedarse colgado de mi bolso, todo el día, mirándolo todo pero sin hacer nada. Por eso ya no sale en las fotos, pero se los puedo comprobar.
A veces envidio a Peludo. (sólo a veces).

Muchas, muchísimas gracias a todos por sus mensajes de apoyo (muchos llegan a mi correo). Me llena de emoción saber que hay tantas velas encendidas en mi nombre, y encenderé una aquí por cada uno de ustedes.

5/05/2007

Que me olvidaba, che.

Ya tenemos casa, cama y techo. Por fin establecidos, recurrimos a los locutorios para seguir actualizando cosas. Me tomaré este tiempo para decir algunas cosas, a la luz de un comentario que recibí de uno de nuestros lectores. Antes que nada, un agradecimiento que no había hecho, es verdad, y agradezco ese recordatorio, como tantos otros de todas las cosas que todavía no sé que debo hacer ni cuándo hacerlas. Si a alguien no le quedó claro, durante las dos semanas que duró nuestra búsqueda de hogar, estuvimos alojados en la casa de Líbera, por la amable intercesión de Sebastián, un viejo amigo de Bogotá. Lo curioso es que todavía no conocemos a Líbera, porque justo pudimos quedarnos en su casa mientras ella estuvo de viaje, mirá lo curioso, por Bogotá. Mientras escribo este correo, ella debe estar a horas de bajarse del avión que la trae de regreso a Buenos Aires. Gracias, todavía anónimas, por cuanto no nos conocemos todavía, a Líbera por compartirnos tu casa. Y sobre todo, gracias también a Sebastián y a Caro, que fueron quienes convivieron con nosotros en estos días y nos ce-dieron ese lugar de reposo, de llegar a una ciudad grande y tener dónde quedarnos, de tener un hogar temporal, con algo de comida en la nevera (hay que decirlo), y gente con quién conversar lo que pasó en el día, lo que pasó en el corazón.
Lamento públicamente que mi narración no sea tan incluyente, que me salte tantas anécdotas, tanta cosa buena y tanto "devenir", como dirían los filósofos posmodernistas. Cada día nos pasan tantas cosas, y mi conexión a internet es todavía tan limitada (léase que no tengo ni conexión, ni computador propio, todavía), que no se imaginan la cantidad de cosas que se quedan por fuera en una o dos escasas horas de navegación. Los que navegan en un computador ajeno sabrán entenderme. Prometo, otra vez públicamente, que cuando consiga mi computador, redactaré una sección especial de inéditos, hasta donde mi memoria y mi tiempo lo permitan. Sepan que la aventuira no ha terminado, que el conseguir casa no ha puesto un punto a nuestro viaje. Como lo dijo Sebastián alguna vez, hace tiempo ya, una vez que se ha comenzado a viajar, no se deja de viajar nunca, porque aun el regreso es otro viaje, es llegar a un lugar que ya no conoces. Así que, gente, no se rindan en su lectura, que (como dicn en Bogotá, esto se compone!). El viaje sigue.
Gracias a todos por sus comentarios de apoyo, y también para los de envidia (si la sienten es porque no hemos sido tan pesimistas, ¿no?).
Un par de fotos de la casa, como para que se legitimen estas dos semanas, estoy subiéndolas hoy, que parece que por fin me puedo actualizar a ese respecto, después del bache que se abrió en Flickr cuando bajamos a la Patagonia.

2/05/2007

¡Paren las prensas!

Se le informa al apreciable público que ¡Tenemos casa!
Salió muy así, sin esfuerzo, cuando Sonia llamó a un clasificado de un sitio de internet que hay, y fuimos a verlo. Resultaron ser un dos cineastas, que viven con otra gente, como cinco, y alquilan este departamento E N O R M E en pleno centro de Buenos Aires (a dos cuadras del Obelisco). Reultamos conversando de muchas cosas con ellos, y nos invitaron a cenar (nosotros cocinamos y ellos pusieron todos los víveres). Tiene un cuarto bastante grande, con un techo alto, muy alto. Tienen baño con bañera metálica y una cocina muy buena, y están equipados con lo necesario para sobrevivir, incluyendo clases de yoga, meditación y reiki, nevera, calentador de agua, un grupo de gente muy chévere, y un televisor de 60 pulgadas con cable y DVD. No hay calefacción, y en el invierno, pues... ya veremos que se hace. Además tiene un precio muy bueno, y no necesitamos depósito, ni nada.
Y, ¿que querés? Está re-copado, che. Rebuena onda. Lo malo, es que no hay teléfono fijo, ni internet. Pero está bueno, muy bueno. Y ese si va a ser nuestro cuarto. Y nos pasamos mañana.
Otra noticia es que a Andrés, ya le salió un trabajo acá, con una amiga que se llama Daniela, haciendo una página web. Aún no sabe cuento le van a pagar, pero cualquier cosa es cariño, como dicen. Y por algo se empieza... En fin, todo está saliendo super. Gracias a la Señora por todo lo que nos da, y a todos ustedes por sus buenos deseos, que nos llenan de bendiciones.
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Konrad
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Los fines no justifican los medios, porque la medida verdadera de nuestro carácter está dada por los medios que estamos dispuestos a utilizar, no por los fines que proclamamos.

Cuatro cosas nuevas

Pongo este post para tres cosas:
Dos agradecimientos especiales, uno para Carmen y Guillermo por ese apoyo desde tierras newjersianas, y otro para Ana Dely por la invitación con sazón colombiana. Gracias, gente, toda su colaboración nos anima a seguir adelante con muy buen ánimo!
Gracias también por los buenos deseos en el día del diseñador gráfico. Estamos explorando nuevas facetas del diseño, un oficio que dejamos quieto desde Bogotá.
La cuarta es que ya subí una nueva tanda de fotos. Me sigo desatrasando.

De Buenos Aires, mapas y chinos

Buenos Aires. O de cómo buscar casa en una ciudad con una oferta inmobiliraria limitada. La Capital Federal, lo que no es oficialmente provincia, limita con un río y una muralla. Todo se mueve dentro de ese marco. A veces, casi nunca, te sirve el metro. A veces, algunas, caminar bastante. Casi siempre el colectivo, que tiene setecientas cuarenta y nueve líneas, cada una con un trayecto de ida y uno similar (pero nunca igual) de regreso, y paraderos propios cada tres o cuatro cuadras. Me he pasado la semana ubicando números de plano, cuadrantes y direcciones en una ciudad sin montañas. En esta ciudad el mejor punto de orientación es un obelisco que no es suficientemente grande y en todo caso se oculta perfectamente entre los edificios que tiene alrededor. Te aprendes las calles sí o sí, o te pasas un buen rato descifrando el mapa.
Paralela a esta navegación urbana, una intermitente búsqueda por la red, peinando páginas de anuncios para compartir departamentos, tratando de encontrar algo en la maraña de ofertas publicitarias de residencias estudiantiles. Sitios lejos. Sitios caros. Sitios oscuros y pequeños. Sitios demasiado ordenados. Sitios usureros. Sitios que no terminan de convencerte. Entre tanta búsqueda algo resulta, hay destellos de un lugar apropiado.
Pero hemos hecho avances: ya sabemos que cerca de la casa pasan la ruta 24, la 124 y la 134, y varias otras que nunca nos sirven para nada. Que Corrientes eimpre va hacia el río, y que todo cambia de nombre en Rivadavia. Que donde los chinos es más barato, pero que debes andar con cuidado.
Chino: inmigrante que llegó a Buenos Aires a poner un negocio de chinos o a trabajar en él, preferiblemente un mini super. Habla el suficiente español para hacer cuentas y tener bastante vocabulario para definir los productos que pasan por la caja. Un chino te tratará bien mientras le compres bastante, y será ininteligible si tratas de negociar con él. Si hay un reclamo, los chinos nunca hablan español. Muchas veces yo he llegado a dejar que el chino me venda lo que él quiera para evitar la fatiga de tratar de entenderme con él. Y estamos pensando que es una estrategia de mercado.