30/07/2007

Instantáneas

Hoy fui a dejar a Andrés al trabajo. Hacía un frío de pedos, salía vapor al hablar.

Nos vamos por corrientes hasta el Obelisco y de ahí tomamos la diagonal Roque Saez Peña, hasta Florida, que es peatonal. Ahí estamos a dos cuadras, que aquí en el centro es como decir que fueran tres o cuatro.

De ida, el relato de cómo no atracaron a David, uno de los chicos de la casa: De noche, alguna esquina, esperando colectivo. Dos hombres se le acercan y le piden dinero. -No tengo dinero. Lo miran, de arriba a abajo y uno de ellos lo enfrenta: -Pero está muy arregladito, algo debe tener.
Intercambian otro par de frases y empiezan a registrarlo. Él protesta: -Che, déjenme en paz, estoy trabajando. -¿Ah, sí? ¿Y en qué trabajás? -¿Y vos en qué creés que trabajo si estoy en una esquina, de noche, sin dinero y todo arregladito? El hombre todavía insiste: -Pero por aquí no pasan mujeres... -Es que no trabajo con mujeres. Esto seguido de los gritos del hombre: -¡Me das asco! ¡Me das asco! ¡Sos una puta!
Lo dejaron en paz.

De vuelta, un par de cosas de apuntar:

Salida de un teatro. Alguna obra para niños, o quizás una película, anunciada por una niña-cómic de pelo rosa. Niñas con pelucas rosa, vestidas de rosa, de la mano de sus padres. Todas iguales, unos ocho años en promedio, pelucas de pelo lacio y brillante, hasta los hombros y con capul. Vendedores de pelucas rosa por toda la acera. Y diademas de estrellitas. Y capas rosa.

Corrientes y Libertad. Me topo con una marcha. Otra. Una de las tantas que hay en Buenos Aires. Cada semana oigo al menos tres. Gente con pancartas. Fotografías impresas con el nombre debajo. Pancartas que piden justicia. Camino a contracorriente (a contraCorrientes), leyendo los avisos. ¿Pero quiénes eran? Aquí no hay secuestrados, al menos no tantos de forma oficial, porque cuando se habla de la desaparición siempre lo acotan al final con un "pero debe haber un montón". Más de uno, al menos.
De pronto alguien me grita desde la acera: -¡Cromañón! Me le acerco y el hombre le pregunta a un muchacho que va en la marcha si son los de Cromañón. Pienso que la mirada del joven es dolorosa. Pero lo confirma, son los familiares de los jóvenes que murieron en Cromañón, que no es un hecho desconocido para ningún argentino, lo llevan vivo en la sangre. La silenciosa marcha se aleja. ¿Otra?
Le pregunto al hombre por qué ellos no llevan, como todas las demás marchas que he visto, una hilera de policías que atraviesa la calle caminando detrás de todos. Me dice que no hace falta, porque se sabe que si se hace un quilombo, se protegen entre todos, están todos juntos, se apoyan entre sí. Además, ¿quién les va a armar un quilombo, a ellos?

¿Eh?

La ñapa para coleccionistas: Si algo es lejos, en la m..., es que queda en la loma del orto.

27/07/2007

Noche de viernes

El frío no ha cedido, como nos hizo creer hace una semana. El sol brilla a diario, y te deslumbra mientras el viento helado te congela la cara. Andrés fue hoy a su primer día de trabajo empacado en una chaqueta gruesa, gorro, bufanda y guantes. El trabajo, que consiguió en tres días, queda a cinco cuadras de la casa, que ya pronto no será nuestra casa. Oficialmente lo llaman "operador de chat" y su tarea es conversar vía celular con gente en Miami sin revelar que realmente está en un computador en Buenos Aires. Seis días a la semana, seis horas diarias. El día franco lo puede escoger él, así como escogió el turno nocturno. Todavía no regresa, así que no sé cómo le habrá ido.

Por mi parte, y por pasar el tiempo, o por hacer algo en la noche de viernes en que todos salen menos nosotros (la vida de rumba es una larga sucesión de fiestas iguales) asistí a una charla sobre el poder místico del canto. Un señor que estuvo en un monasterio de grecia hace años y que ahora ofrece charlas gratis en un centro de yoga a dos cuadras de Corrientes nos habló de la musa griega, de la verdad que se hace visible a través del canto y de la belleza que revela la verdad. Yo quería cantar, pero el asunto era teórico, así que me devolví las seis cuadras hasta la casa cantando una canción de Aterciopelados que aquí no han oído ni en curvas, animada por la convicción de que todo hombre puede cantar. Nadie me hizo demasiado caso, pero el frío cedió ante mi buen ánimo.

Ahora escribo esto en el cuarto calentado a duras penas por nuestro mini calefactor, imaginándome que tenemos una estufa de leña, como la que había en el centro de yoga junto a la réplica del Pensador, de Rodin. Él lo situó, en su conjunto de esculturas, coronando la entrada del Infierno.

25/07/2007

Te extrañamos, Colombia

Sonia está con tos hace dos días. Conrado está cuidándola montones. El frío regresa a ratos, a veces disfrazado de lluvia. Las clases están por terminar, al menos para Sonia, que ya no quiere que su tarde se parta en dos, tres días a la semana. La búsqueda de casa sigue su rumbo, incluyendo un hostal donde puedan estar tranquilos hasta conseguir casa de verdad, o decidir el futuro en mediano plazo. La ciudad consume las energías aunque no se trabaje en ella. O sobre todo cuando no se trabaja, quizá.
Sonia y Conrado quieren estar tranquilos por un tiempo, no rodar de un lugar a otro. Respirar por un rato, sin preocuparse del dinero, del lugar para vivir. Pero es la vida del viajero, ¿de qué se quejan? De nada, solo que de cuando en vez hace falta un lugar propio.

Sabemos dónde está nuestra casa, allá esperándonos. Vamos a trabajar por ella. Con una sonrisa en el ánimo.

23/07/2007

El mapa

Pueden ver el mapa que publiqué en Flickr, para descargar. Se los debía hace rato. La imagen sobre Colombia es un cromo de las tradicionales chocolatinas Jet, el número 462. CAFÉ.
Mi tarea de hoy para poesía visual.

Nómadas empedernidos

Ya que nos hemos vuelto nómadas, y como para no perder la costumbre, estamos buscando casa otra vez. ¿La razón? Al parecer la más común para las viviendas compartidas: convivencia. Básicamente se trata de esto: en la casa vivimos ocho personas. Siete de nosotros nos llevamos bien, nos dejamos ser. Pero el octavo pelea con cada uno de los otros siete, de manera recurrente. Y es justamente quien tiene la sartén por el mango. Al menos cuatro personas en los últimos cinco meses han abandonado la casa por estos conflictos.
Nos negamos a vivir en un lugar en el que tengamos que preocuparnos por cosas de las que nunca nos hemos preocupado en absoluto. Nos negamos a vivir en un lugar en donde las discusiones, los gritos y los insultos se vean como algo normal. Nos negamos a ayudar a pagar los gastos de una casa en la que vivimos ocho pero decide uno. Nos negamos a vivir en un lugar en el que debamos luchar nuestro espacio y nuestras costumbres cada vez, en el que exista un policía interno que esté vigilando y controlando todo. A mí me parece que es demasiado trabajo, esto de los conflictos. Que se debe poder vivir más fácil, que si todos nos dejamos ser como somos es mejor.
Y bueno, estamos de búsqueda. Si alguien sabe de algo, que me escriba.

22/07/2007

Palabras

Palabras de uso común que me eran ajenas pero ya soy capaz de usar en su contexto adecuado:

Me pongo una campera encima del pulóver para salir a la fiambrería a comprar jamón. Llevo las cuentas de lo que gasto en un cuaderno, anotando con una birome. Aprovecho para comprar pasabocas en el kiosko ya que siempre hay cerca uno abierto, no importa la hora. Si es después de las veintitrés ya no venden licor, pero si tengo ganas de bailar voy a un boliche. Bailo toda la noche con un chabón, la fiesta está copada. Antes de irme a dormir, ya en mi cuarto, enciendo el velador, que está conectado a una zapatilla porque el cable no alcanza. A lo mejor al otro día amanezco toda contracturada. Me desayuno un cortado con medialunas y facturas, y me visto de jogging para salir a caminar. Compro el diario para buscar laburo y regreso a preparar el almuerzo. Puede ser una ensalada de morrón que, absurdamente caro, es lo mismo que un pimentón. Y fideos con tuco. Esto es: cualquier cosa que sea pasta, con esa salsa de tomate que venden en todas sus presentaciones, pero siempre, siempre de tomate.
¿Y? ¿Entendiste, boludo?


19/07/2007

Tiempo

Cambia la percepción del tiempo, cuando hay estaciones. Pasa más rápido, o quizás hace más ruido al pasar. Se nota más. Se ven envejecer los árboles, amarillarse, morir. Se siente bajar la temperatura, llegar a su mínimo, y volver a subir. Porque ahora hace menos frío, parece que el invierno está cediendo. Y te das cuenta de que hace nada que estaba empezando, que ya pasaron tres meses, la temperatura sigue subiendo y quizás el invierno ya se esté yendo, y sabes que la primavera será igual de corta, y vendrá luego el verano y se irá, y el próximo invierno llegará y se irá igual.
Vivamos. Vivamos el día de hoy, porque solamente lo podemos vivir hoy, mañana ya habrá pasado.

17/07/2007

Cómo ser cliché

Ayer tuve una entrevista de trabajo, para una librería. Hace años que no tengo entrevistas, el trabajo independiente te absuelve de esas cosas odiosas. Hago lo que sea, trabajo todo lo que quieran, menos dar entrevistas, tal vez por eso no quiero ser famosa. Claro, esto es otra cosa: un hombre mayor de corbata detrás de un escritorio es lo bastante intimidante para que la cosa no marche bien. Un buen chapuzón inicial de principiante en estas lides. Hago pública mi experiencia, dicen que si no puedes ser un buen ejemplo, al menos debes ser una buena advertencia.

- ¿Y qué lees?
- Mmmm, me gusta..., eh... [No digas Borges. Algo fácil de recordar, de lo que estoy leyendo ahorita. ¿Cómo se llama ese libro que leo por las noches? ], mmmborges, y..., es que yo leo de todo, leo... [¡Ficción! ¡me gusta la ficción! ], eh..., no... ficción... [¿Dije ficción o no ficción? ]. Me gusta... [No digas cuentos. ¿Cómo era el tipo de los ensayos sobre la sociedad norteamericana? Ah, pero eso es no ficción, y ya dije ficción...], los cuentos..., como... [No digas Cortázar. ¿Cuentos? ¿El man que leo de los ejercicios psicomágicos? ¿Eso cabe dentro de la categoría cuento?] eh..., Cortázar..., y... [Cambia de tópico, ve a algo más convincente, algún filósofo tal vez, ¿cuál era el de la experiencia estética como acontecimiento? ¿Gadamer? ¿o era Derrida?], pues yo leo de todo... [Ya fue, no la embarres más], sí... [...].
- Bueno. [Acomodó los otros cinco currículums que tenía sobre el escritorio]. Vamos a hacer una preselección y te llamaríamos para una segunda entrevista, ¿vale?. Muchas gracias.

¿Qué más puedo decir?

Saltar sobre los muebles.

Hay una nueva habitante en la casa, hace unos días. Paola es una porteña que siempre sonríe, nada parece desanimarla nunca. Trabaja de camarera, en donde haya trabajo. La semana pasada renunció al restaurante en el que estaba porque se levantó y decidió que no quería trabajar ese día. Tiene 23 años y poca familia. Quiere viajar. Quiere estudiar. Vive en el cuartito de arriba, el que está junto a la terraza, el más frío de la casa, pero el único que ahora tiene televisión. Recién llegada, es quizá la que más ha vivido en este tipo de situación, casas con mucha gente, compartirlo casi todo, convivir con muchos carácteres distintos. Nada la descoloca, la vida es para vivirla y la comida para comerla. El domingo llegamos a la madrugada y Pao estaba en el living con un amigo escuchando música electrónica hecha por algún otro amigo de ella.
En la euforia de la amanecida nos tomamos el living y nos pusimos a saltar sobre los muebles. No hacía eso desde que era niña, la sensación de transgresión es evidente. Hace las cosas más tuyas, dejas tu huella en esos muebles y ya no los ves de la misma manera. Te percatas de que solo son muebles, que en realidad no están relucientes y que son para servirte y no al contrario. La complicidad en la que nos envolvió la situación nos animó. Bailamos música electrónica y quizás hasta ahora entiendo que esa música es popular porque se puede bailar de cualquier manera, según el ánimo, la gente y el lugar. Es como música autoajustable. Sin problemas, sin complicaciones. Como nosotros.

15/07/2007

Peña porteña

Las peñas son para divertirse. Just for fun, como dirían los turistas. Y no es porque no se trabaje un montón en ellas, hay mucha gente pendiente. Los de la casa ofrecen la casa, están pendientes de todo, se encargan de organizar el espacio del show, los cables, los micrófonos, de todo. Pero lo hacen con tal gusto, que es imposible no sentirse bienvenido. La gente lleva pasabocas, budines (que son unas tortas de harina), empanadas y sánduches. Nosotros llevamos una cerveza lo cual estuvo del todo fuera de lugar, porque todos tomaban vino. De todas formas aquí nunca te sientes fuera de lugar, porque parece que todos los demás lo están también un poco. Con la cerveza nos comimos nuestros panes, que tampoco merecían mucho, pero de todas formas se terminaron. A buen hambre no hay pan duro, decían en mi tierra.
Mucha gente, la mayoría amigos unos de otros. Viejos amigos, amigos de amigos, y recién conocidos, que para el caso es casi igual, sobre todo si estás en Buenos Aires. Todos están algo tomados y con ganas de reír. Una contadora de historias hiponotizante nos deleitó con cinco o seis. Como por ensueño, nos puso los pelos de punta con La pata de mono, ambientada con el sonido de un trozo de piano, la parte en que las cuerdas se tiemplan por dentro, dispuesto como un gran arpa cuadrada a la que le golpeas las cuerdas con un bastón para que emita un sonido quebrado, desgarrado, como oxidado y enfermo. Otras historias cantó y contó y por más de una hora no dejamos de mirarla, puedo asegurarlo, todos los que estábamos ahí. Dos o tres bises, hasta que ya estuvo bien.
El patio no fue demasiado frío para el intermedio, antes del micrófono abierto. Conversaciones, presentaciones, vino, risas, chismes, pasteles. Just for fun.
Otra vez en la sala con maravillosa calefacción, una poeta leyó, varios cantaron y tocaron guitarra, a dúo, en tríos, tratando de seguirse la letra o la música, tratando de tocar sin haber ensayado porque se acaban de conocer. Cantó uno que trabajaba en el subte, y otro que trabajaba en colectivos, otro cantó tangos, una brasilera cantó esas canciones en portugués que entiendes apenas un poquito pero te conmueve todo. Luego llegaron los percusionistas, de los que se puede decir que al menos uno de cada tres tiene rastas. Sacaron sus tambores y algunos bailamos a ritmo casi de mapalé el resto de la fiesta. El invierno invita a estas reuniones, a atrincherarse en una cueva caliente, donde todos estamos juntos y a salvo. Donde el calor humano trasciende las nacionalidades. Donde sientes el deseo de dar más que de recibir. Los argentinos son la gente más amigable que te podás encontrar, copados.

13/07/2007

Multi-pass

En Buenos Aires te pierdes de asistir a por lo menos tres eventos diarios. Cosas que has visto por ahí a las que te gustaría ir, mejor si son gratuitas, o baratas. Una vez fuimos a una obra de teatro por cortesía del Centro Cultural Recoleta que canceló un curso que ya se había iniciado. Era un monólogo, una mujer representando a cuatro que se sentían víctimas. Terminó mejor de lo que empezó, con sus correspondientes tangos. Pero hay días en que hay presentaciones, charlas, inauguraciones, fiestas. Decido ignorar la culpabilidad que sentía cuando no ibas a algo. De todas formas no estoy yendo a algo, ¿para qué preocuparme?

12/07/2007

Fundación

Encontré en el blog de una de mis compañeras de curso la explicación de por qué alguien querría fundar una ciudad aquí, donde no hay mucho más que una eterna oscilación entre el frío invernal y el calor veraniego, ambos extremos. No exagero: quiten la ciudad y no queda mucho aquí debajo. Pero bueno, razones hay. El que tiene ojos que lea.

¿Y dónde estabas, vos?

Yo no me olvidé la cámara en casa, es que no quise sacarla. Porque no se trata de las fotos, no se trata del registro. La vida no es un registro, un sacar fotos una detrás de otra, o memorizar datos o historias. Sino el estar aquí, el haber estado aquí en este momento, en la primera nevada en Buenos Aires en ochenta años según unos, o noventa, nadie se pone de acuerdo, de todas formas la primera nevada del siglo, y salir corriendo a la calle, dejando que la nieve me caiga encima. Es la emoción de ver a la gente gritando tirándose nieve, y congelarme la cara y reírme de estar en el Obelisco de Buenos Aires y que esté cayendo nieve del cielo.
¿Cuándo se volverá a repetir? Es en eso en lo que pienso, en ese futuro en el que voy a existir porque ahora somos los últimos que vieron nieve en esta ciudad. Recordar esta sensación, y cómo cortaba el aire la piel, y cómo todos publicaron fotos después, y hablaban de eso como una cosa maravillosa, algo mágico. Fue como si un suceso mágico colectivo hubiera caído sobre la ciudad y la hubiera transformado. Y los que vivimos aquí ahora nos miramos, cómplices, sabedores de una vivencia única. Por unos días es tema de conversación obligado "¿Dónde estabas, cuando la nevada?". Hasta los más huraños se conmovieron, a todos se les dibuja la sonrisa en la cara, se hacen preguntas, se comentan esas cosas que solo los argentinos saben comentar, se consuelan, "te lo perdiste, qué lástima!", lo que sea, pero todos tienen algo para decir. La ciudad tiene otro aire, ya todos sabemos que no se va a poner más frío, y ese frío que antes nos intimidaba se ha convertido por un momento en un aliado.
Y bueno, por eso no hay fotos. Pero da igual, porque de todas formas cuando llegué a la casa, me percaté de que la cámara estaba sin pila. Pero hay un par de fotos de la casa, igual, si las quieren ver.

9/07/2007

¿Que si hace frío? ¡Ayer nevó!

En la noche hace frío, y se te congelan los músculos porque el frío te cala. ¡Está haciendo un frío del orto!, dicen acá. Si Buenos Aires es tango, en invierno implica la calefacción. No hay mina que te baile con los pies congelados de julio, aunque con un par de buenos vinos, la danza fluye y los hombros se descubren.

Lo que más duele es la cara, la nariz se congela primero, igual que los dedos, las orejas no se sienten tanto, las mejillas es lo que más, y los contornos de la nariz. Las manos se salvan gracias a los bolsillos, mejor si llevas guantes. En las noches, en el cuarto, sólo piensas en la calefacción, o en meterte bajo las cobijas. Salir al baño es lo peor, a veces lo piensas de verdad. Pero eso es sólo por días. Ayer fue así, antes de ayer un poco menos, dos días antes hasta fue caliente. Ahora todos añoran la primavera, así como todos odian el verano. Nadie habla del verano con placidez, más bien es como una cosa que quiere ser olvidada, que no se querría repetir. Yo no conozco el verano, solo veo las expresiones de quienes sí. Les pregunto por qué fundar una ciudad aquí. Buenos Aires no era así, me dicen, antes era más otoño, más primavera, un clima más benévolo.

Releo esto, ahora. ¿Que si hace frío? Hoy es nueve de julio de 2007, son las 16 horas y media. Está nevando en Buenos Aires, la primera nevada en sesenta años, dicen unos. Caro nos llamó a la puerta, a avisarnos, se ve por mi ventana, cae delicadamente. Como novia nueva, para robarle una expresión a Francis Mallman. Gentes del trópico como somos, ignoramos el espantoso frío, nos lanzamos a Corrientes a ver caer la nieve en el obelisco, a que nos cayera encima, a sonreír como tontos. La cámara, como siempre en estos casos, sin suficiente pila. Gente tomando fotos por todas partes, al menos los pocos que estamos afuera. Un hombre en una cabina pública, envuelto en una chaqueta de cuadros y gorra, llamando a provincia, o quizás al otro extremo de la ciudad a gritar que ¡está nevando!. El parrillero de Jamaica nos aborda inesperadamente, mientras empaca nuestro pedido, ¿te podés creer que hace frío? Treinta años en Buenos Aires, che, y nunca ha hecho tanto frío. Nadie con menos de dos abrigos, bolsillos, guantes, gorros y paraguas, la calle empapada, la nieve cayendo. La gente se sonríe en medio de esa dolorosa simpatía que generan las bajas temperaturas. Algunos todavía gritan asombrados, la gente en los restaurantes mira hacia afuera. Bah, no es tanta conmoción, pero hay una suerte de euforia general, un desconcierto amigable. Es la primera nevada en décadas, ahora nadie lo duda, el invierno está aquí.
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Sigue nevando afuera, pero con un calefactor, algo dulce, música y teclado, no necesito más. Mientras existan esas cosas, me gusta esta estación, de habitaciones calientes y refugios, de quedarse en casa, o en cama, si cabe, buena compañía y buenos libros.

8/07/2007

De tenedor y cuchillo

Los tenedores libres son unos buffets a los que vas con la intención de comer mucho, sin que eso signifique comer delicioso, a menos que sea de rango alto. Se paga por puesto, con una barra de carnes, guarniciones y ensaladas, un postre, y bebida aparte. Para cachacos como nosotros, que los domingos almuerzan a las 3 ó 4 de la tarde, el tenedor ya está saqueado a esa hora. A punto de cerrar antes de la cena, sólo quedan restos de lo que parecían los mejores guisos y montones de platos que nadie ha tocado. ¿Sánduche de miga? Nada diferente de los sánduches triples que desayunábamos en Lima. Con las mismas variaciones, si he de ser sincera, y de hecho extraño la de palta. De todas formas, no es platillo común en un tenedor libre. Por lo demás, una barra de ensaladas que consuela cuando se quiere algo liviano. En general la comida es término medio, para las buenas familias, que quieren comer todos algo distinto el domingo. Faltan aquí las rotondas de los centros comerciales.

Porque de hecho el centro comercial aquí no es ese lugar de intercambio social que es en Bogotá. El Abasto Shopping, que antes era un abasto, un mercado, y ahora es un shopping, y que demuestra lo que Buenos Aires entiende por ir al ritmo de los tiempos, es un centro comercial de ropa y nada más. Nada barato eso sí, todo de cierta exclusividad, y un estilo de los que hacen los cortes por temporadas. “Para este invierno se imponen las texturas sintéticas, los tonos grises, los accesorios de cuero”, lo que sea.

Celebramos aniversario en un tenedor libre combinación de comedor argentino y comida china. Un poco de todo, o sea no mucho da nada en particular, sobre todo de ese cerdo agridulce del que solo quedaban un par de bocados. Comemos lo que parece familiar, ya que lo que no parece tampoco tiene un sabor familiar. El restaurante es curioso porque todo quiere parecer más elegante de lo que es, los manteles, la gaseosa servida en copas de vino, los meseros ridículamente uniformados. Nos cobran mientras comemos porque ya van a cerrar la caja. Prefiero las parrillas, con su despreocupación sincera por la pulcritud. Te vas cuando todavía quieres un poquito más, pero de un tenedor libre te vas cuando ya no quieres nada.

7/07/2007

¿que cómo es una parrilla?

Copada, che. A Jamaica, la que nos gusta ir, es una típica porteña, con mesones y sillas altas, que quedas sentado enfrente de la parrilla, a espaldas del parrillero, viendo esas pequeñas montañas de chorizos, bifes, lomitos, semicrudos o cocidos, con un aroma a carne que te morís. Los cocineros, sarcásticos de corazón, se gritan por sobre los clientes, se insultan mientras echan un chiste, cariñosamente, como el del tango que, con gran tranquilidad, amablemente, le fajó treinta y cuatro puñaladas. La televisión siempre tiene fútbol, y todos son hombres comiendo carne y saludándose.
Los argentinos todos se saludan de beso, si son amigos, o recién conocidos. Uno por uno, conocidos y desconocidos, hombres y mujeres por igual. Es fácil hacer amigos porque vos te presentas solo, no tienes que esperar intermediarios. Basta un amigo común, o estar en la misma fiesta, o la misma reunión, a veces el mismo bus es suficiente. Si eres simpático, o si tienes suerte.
Porque carnes hay muchas, está el asado, el vacío, el churrasquito, la bondiola, el cuadril, matambre, chorizos, morcillas (pero no rellenas, señores, ese es el problema, no con arroz o arvejas secas, no. Simple y llana sangre cocinada, de donde deducimos que es mucho muy mejor un choripan que un morcipan). Hay pollo para los menos arriesgados. Todo acompañado de guarniciones al gusto: ensalada, fritas (por montones), pan francés, tortas y, eso sí, todo el aderezo que se quiera. Hay salsa chimichurri y provenzal, que es de ajo y perejil.

Lo más conveniente es pedir un vaso de vino, que es mucho más barato y saludable que una gaseosa. También se vende para llevar, en ese eterno papel de envolver que existe en toda fiambrería argentina, como una clase de papel periódico envolviendo las viandas plásticas transparentes, rectangulares y no suficientemente grandes para lo que sería un corrientazo colombiano. Si andás corto de dinero, una milanesa puede salvarte el almuerzo, si bien sus dos terceras partes son la harina con que apanan la carne. Pero todo va en una cama de fritas que eleva cualquier colesterol.

Una buena parrilla siempre tiene comensales, por definición. Si no es así, es porque la parrilla está cerrada.

5/07/2007

...y de tangos

Cuatro bandoneones al frente tocan tango enfurecidos, los ojos cerrados, las manos crispadas, las rodillas sosteniendo los abanicos que se despliegan en rítmico frenesí. El conjunto entero con cuatro violines, piano, contrabajo y chelo hace vibrar las paredes de la bodega desde el suelo hasta el techo. Tango desenfrenado, luces solo para el escenario, y la bodega a reventar, cerveza y vino en todos los vasos. Reservas para mesa copadas desde antes de ayer, nosotros en las tarimas traseras, una pista de baile en la que no hay espacio para bailar, apenas una pareja o dos disfrutan de la música demostrando que saben bailarla.
Una única clase al inicio, a la que llegamos evidentemente tarde, apenas nos dejó el sabor del baile. Una pequeña indicación, rogué, y fue mínima: bailar tango es como caminar, solo hay que balancear el peso entre los pies, el resto es práctica. Lo intentamos por tres tangos más hasta que los demás principiantes se dispersaron y se llevaron nuestro anonimato.
La orquesta se llama Orquesta Típica Fernández Fierro. Todos son hombres, todos son jóvenes, todos estuvieron de acuerdo en titular el nuevo álbum Pura Mierda. Un rollo gigante de papel higiénico colgaba sobre el escenario tapizado de imitaciones de enormes azulejos. Se ve que hay bastante gente trabajando en esto, el sonido es excelente, las luces no son azarosas, y una orquesta de doce personas en escenario no es poco trabajo.
Un bandoneón ya suena a tango, pero cuatro son una furia enloquecida. El bajo y el chelo mantienen el suelo sonoro, sigue siendo tango, dos por cuatro, pero sobre ellos se elevan las notas entremezcladas, que suben como una escalera, ascienden y revuelven todo, retumban, bailan con los que no bailan y bajan de nuevo, y se deslizan como persiguiéndose por todo el escenario, cada quien a su modo, cada instrumento en su propia improvisación, escuchando a los otros y superándolos y arremolinándose hasta que por fin se unen de nuevo, todos en orquesta, para finalizar con un acorde que los aplausos ya no dejan escuchar.
Hay que estar en un concierto de tango en vivo, sobre todo si estás en Buenos Aires.
Más aplausos.

de fútbol...

Semana de tradiciones argentinas. Partido Colombia-Argentina. Plan de
amigos que se preparan por tres horas para algo que dura dos. Mercados
que cierran temprano para dispensar a sus empleados. Acomodación en el
living, rotación de sofá incluida, pizzas caseras hechas por las
mujeres, litros de cerveza Quilmes y muy puntuales a las diez menos diez
viendo salir las selecciones en el televisor. Cuatro argentinos, dos
colombianos, y un ecuatoriano que se nos unió por afinidad de bandera.
Ausencia general de las mujeres, a las que representé por pura
curiosidad. Me perdí el primer gol nuestro, mala cosa, porque luego no
tuvimos muchas oportunidades de celebrar. Narrador de fútbol con acento,
pero sin pasión (esa que evidencia en el tono desesperado cuándo uno de
los dos equipos va a anotar aunque no se entienda nada de lo que está
diciendo). Mejor que los narradores gringos, eso sí debo admitirlo, y
aderezado con las risas de los chicos ambientando el partido. Gritos en
cada anotación, más estentóreos y abundantes para los locales. Miradas
de reojo hacia nuestro sillón cada vez que un colombiano se ponía
violento, tarjetas amarillas y rojas para Colombia, qué pasa, che, es
que después del pibe Valderrama y de Higuita la selección no es lo que
era. Eso dicen ellos, eso digo yo, también. Pero yo no sé nada de
fútbol. Que metimos dos goles, y ellos cuatro. O sea que perdimos.
Perdimos, perdimos, pero nos divertimos.

3/07/2007

CÓMO NO COMPLICARSE LA VIDA:

No preocuparse por las cosas que todavía no nos ocupan, en primer lugar.
La vida aquí, en toda su fugaz fragilidad.
Quiero ruido en mi cuarto, y tener internet. No quiero horarios, ni complicaciones. No quiero lo que sé que no quiero. Aunque no sepa lo que quiero.
Y por sobre todas las cosas, no quiero tener que.