2/08/2007

Mucho sermón y poco pescado

Anoche, que coincidencialmente estábamos todos los de la casa, se hizo un encuentro grupal, para permitirnos escuchar y ser escuchados sin juicios. Yo aprendí dos cosas: uno, que a esta casa le sobran los encuentros grupales (meditación los miércoles, yoga los lunes, rei-ki cada tanto, fiestas y amigos comunes), pero le falta comprender y aceptar la individualidad. Vivir en comunidad no es compartir un espacio común con el otro, sino aceptar al otro en sus particularidades. Sólo así se puede construir un puente común, que tiene un apoyo en cada mundo individual. El encuentro se teje, no se impone. El respeto se merece, no se exije. Lo otro que aprendí es que el abuso de autoridad se perpetúa por la complacencia de los propios abusados. Sufrir y callar. He ahí el germen de la dictadura, o del cáncer. Y veo que la religión a veces disfrazada de mística, alimenta el abuso, venera el sufrimiento como algo deseable y grandioso, porque hay que sufrir para ganarse el paraíso.
¿Pero es que la vida tiene que ser un camino tortuoso para superarnos, para constantemente perfeccionarnos, para esforzarnos en interminables procesos internos? ¿Acaso no somos ya perfectos? ¿No somos, o eso dicen, una "perfecta imagen de la divinidad"? Entonces ¿por qué no dejar que ella se exprese a través de nuestras diferencias, con lo que nos hace ser nosotros?
Y bueno, ya no digo más, porque esto se está volviendo, también, un sermón. Que cada quien siga el camino que eligió.

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