27/03/2007

Más allá del trópico

Confesaré que cada vez que me tomo unos días para actualizar el blog, cuando vuelvo a hacerlo siempre han pasado tantas cosas que ya no recuerdo todo lo que iba a contar. Estar de viaje es someterse todo el tiempo a experiencias nuevas, dejar cosas atrás para darle campo a las cosas nuevas. Consideren que uno se acostumbra a unos espacios, gente y ritmos, y cada vez que nos movemos de lugar hay que reacomodar todo de nuevo, desde vivir en un lugar distinto, una cama distinta, un baño distinto. Ni se diga de cambiar de país, de moneda, de acento, de forma de vida. Cada vez que recordamos lo que pasó hace una semana, se nos hace algo lejano, porque ya en ese momento estamos adaptándonos a una situación nueva.
Pero bien, dejé pendientes los detalles de nuestra entrada en serio a Chile, aquí van. Considerando que el invierno se acerca, y Chile es un país absurdamente largo, e inusualmente caro, decidimos saltarnos un buen trecho de tierra, cruzar por fin el trópico de Capricornio (y con ello entrar oficialmente en tierra de estaciones) y llegar a Valparaíso, una ciudad bohemia a pocas horas de Santiago. Aunque no tenemos planes ni horarios, Ushuaia siempre fue una de las metas principales, y después de todo lo vivido, queremos ya quemar esa meta no sea que se nos quede pendiente. Así que mientras la logramos, seguiremos recorriendo trayectos largos, y saltándonos un montón de lugares intermedios.
Escogimos la empresa Pullman para nuestras 30 horas, porque parecía ser la mejor. A mí me decepcionó. Ya les conté sobre las fantásticas comidas a bordo, que nos hicieron extrañar el método colombiano: paradas de una hora para las comidas, donde pasajeros y conductor pueden desayunar con un buen caldo de costilla, almorzarse una bandeja paisa. El asunto es que si te ofrecen las comidas a bordo, no hay tales paradas, y si tienes hambre, te atienes a lo que llevas en el bolso, o lo que alcanzas a comprar en el kiosco cuando el bus hace paradas para recoger o dejar pasajeros en las ciudades intermedias. O sea: más comida de paquete.
Valparaíso nos recibió con los hoteles llenos. Esta es una ciudad costera, y el ambiente es como para que de Santiago se vengan a pasar fin de semana, así que buscar hospedaje el sábado por la noche fue todo un periplo. Al menos en cinco hostales nos dijeron que no había cupo, cosa que nunca nos había pasado. Pensábamos quedarnos en la zona bohemia, pero todo lo que había era una habitación que nos costaba el equivalente a 100mil pesos colombianos, por una noche. Eso sí, era enorme, más bonita que cualquiera que yo haya tenido, alfombrada, con dos escritorios, un armario para esconderse... pero eso está por completo fuera de nuestro presupuesto. Al final, lo único que conseguimos fue una habitación en un hotel de dudosa categoría. El precio era aceptable, pero había ciertos detalles desconcertantes y, pese a que en la entrada hay un letrero bien claro que decía ALOJAMIENTO PARA TURISTAS, tuvimos que salir al otro día, porque el precio que pagamos por esa noche aplicaba solo para el rato, pero no para la noche siguiente. Eso y que el único canal que entraba en el televisor destartalado era porno.
Pero la fortuna nos sonríe, porque en el bus conocimos a Amber, una chilena que nos ofreció hospedaje porque justo su compañero de casa salía para Rio de Janeiro y quedaba libre una habitación. Así que por las pocas noches que nos quedemos en Valparaíso, tenemos hospedaje gratuito ¿Qué más podemos pedir?
Y a mí me gusta esta ciudad, calmada, caliente al sol, fría en la sombra, con cronómetros en los semáforos peatonales para saber cuántos segundos faltan para que cambie a verde. Algo que me ha sorprendido es la cantidad de gente que te pide dinero en la calle. Estás en un restaurante, y llega un músico a tocar y pasar el sombrerito, o un malabarista. Y gente que te encuentras en la calle, vestidos como cualquier paisano, pero de pronto se te acercan y te piden una moneda. Pero si no les das, no pasa nada, todos se despiden con una sonrisa.
Qué buen ambiente el de esta ciudad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La carestía de los chilenos contrasta con el bajo costo de los bolivianos. Ahora voy entendiendo que en algunos casos es mejor las cosas que cuesten que las baratas. Como diría Pambelé, es mejor ser rico que pobre. No se preocupen si se saltan anécdotas. Lo importante es que siempre digan que están bien, que han disfrutado cada paisaje y que cuando hacen caso a la voz interior, las cosas les salen como querían. Está bien hacer los recorridos largos cuando en el intermedio no es que se queden sitios importantes. Lo malo es que no haya modo de estirar las piernas y saborear un buen caldo, una arepa de maiz o unas deliciosas achiras. No importa, Argentina puede ser diferente y se podrán desquitar. Que no los coja el invierno en Ushuaia.
Un abrazote,

Anónimo dijo...

Muy bien niños, la marcha aprieta a veces pero no ahorca...siempre sale el angelito por algun lado,no?.
Cuidense y sigan divirtiendose en el caminar, recuerden que por alguna extraña razon, aunque no practica a mi manera de ver, siempre lo de uno es lo mejor.
Besos y lean mi email.

Carmen Lucia

Fabio Pedrazza dijo...

maravilloso, al leer cada una de las palabras me siento en su lugar, me siento privilegiado, me encanta saber de uds, y aunque no conozco a la señora khunrath les deseo oo mejor del mundo.

en fi no puedo esperar a saber k ha pasado hoy, me siento en un libro de andersen o en una poesía de sabines, gracias muchachos por estos tiempos en k la universidad me agobia y me hace pertenecer a otro yo uds me han vuelto en si.

espero k el recorrido sea cada vez mejor,

suerte y abrazos

Fëanor