7/03/2007

La segunda parte

Nuestro guía se llama Antonio (Antòine en francés). Llegó con Sebastián de Bélgica buscando latinoamericar un rato. No sé desde cuándo es vegetarano. Tiene unos ojos verdosos inmensos que no estás seguro de por qué te miran fijamente. Parece no necesitar mucho más que un colchón y su dijeridú que toca cada que encuentra la ocasión. Es nuestro guía porque ya ha ido a Machu Picchu por ese camino, es el único que lo conoce. Pero quiere pasar la noche en el templo de la Luna, una formación natural que queda caminando un buen trecho más hacia el Wayna Picchu. Lo que de día son unos 25 minutos, de noche, en grupo, con lluvia, con la luna oculta tras una capa espesa de nubes, se volvieron más de 3 horas.
Hay una puerta al otro lado de las ruinas por la que se pasa al Wayna Picchu. Hay una advertencia a los turistas en que el parque se libera de toda responsabilidad porque el trayecto es empinado y poeligroso. Una especie de "Hágalo bajo su propio riesgo". Más alla de esa puerta no hay guardias.
Estamos en Machu Picchu, de este lado de la puerta cerrada. Alguien propone avanzar un poco hasta un sitio tranquilo. Antonio salta la reja y nos recibe las cosas al otro lado. Por alguna razón, todos lo sdeguimos yn saltamos la reja lo cual no nos gustó nada. cuando estamos del otro lado, empieza a lloviznar. Alguien propone quedarnos en la caseta hasta que escampe. Alguien más propone avanzar un poco y encontrar un sitio tranquilo. El grupo se mueve como por inercia. empieza a llover más en serio. nos ponemos los ponchos plásticos (no subas a Machu Picchu sin uno) y seguimos hasta una opequeña cueva sdonde descansamos un rato. Sigue lloveindo. Entonces Antonio propone que caminemos hasta el templo de la luna, que es un buen lugar para pasar la noche y regresar a Machu Picchu de día.

Ahora bien, la caseta que nos saltamos está abierta de 7am a 2pm, hora más, hora menos. Después de esa hora no dejan seguir a nadie para que todo el que vaya tenga tiempo de volver antes de las 5. Llevan un control con una lista que se firma dos veces: al ir y al volver. Soledad, Valentín, Andrés y Sonia nos negamos a cruzar la caseta cuando haya guardia. se supone que firmemos en un nombre que no es nuestro. Todo el tiempo correríamos el riesgo de que nos pidieran los tiquetes de entrada o nos reconocieran por nuestros pantalones mojados y embarrados. Desde el principio decidimos que ibamos a entrar y salir en la misma noche. Además, estábamos sin comida ni suficiente agua.
Antonio nos asegura que en media hora estaríamos en el templo de la luna, secos y calientes. Sigue lloviendo y todos lo seguimos. Pero el tiempo se alarga. el camino se pone fdifícil. No deja de llover ya hora la luna está bloqueda por las nubes. Estamos cansados, es más de media noche y no hemos dormido nada.
Llegamos a una cueva, seca y cómoda. por alguna razón que aún no tengo clara seguimos caminando en vez de quedarnos ahí. Una hora después de trocha interminable y sin encontrar nada, Valentín anuncia que él no va a seguir más, que él no quería pasar la noche así, y que de acuerdo a lo que hemos avanzado, si no nos devolvemos ya, no alcanzamos a salir a tiempo antes de que lleguen los guardias. Estamos totalmentwe de acuerdo con él, aunque Antonio trata de convencernos todavía. Sebastián siguió adelante mientras dioscutísmos todo esto y ay hace rato que no vuelve. Fue a averigüar cuánto faltaba de camino, y por lo visto no era poco. despué sde un segundo de duda, nos despedimos de Antonio, que puede pasar la noche donde quiera, y emprendemos el camino de regreso, sin guía. Somos 4 y tenemos 2 linternas, un puñado de hojas de coca, un turrón y una botella de agua. Solo hay un camino, no podemos perdernos. Sonia toma su linterna (Bendito dios que no consume baterías!) y guía al grupo por el camino de vuelta hacia arriba, más de una hora, hasta la puerta por la que salimos de Machu Picchu.
Entramos de nuevo y nos guarecemos un rato en unas casas grandes que tienen puesto techo de paja /(la mayoría de las ruinas no tienen  techo). Son más de las 3am. Lo mejor será emprender el camino de regreso para llegar abajo antes de que amanezca y salir sin dejar rastro y que nadie nos vea. Cruzamos toda la ciudad inca, por el centro, y salimos por la entrada principal que se abre apenas empujamos la puerta. Bajamos por la carretera por la que suben los buses, y cuando llegamos al hotel, tardamos un buen rato quitándonos toda la ropa mojada y procurando calentarnos los pies que llevan mojados horas. Aún hoy, 3 o 4 días después de esa travesía, todavía me duelen un poco.

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