16/01/2007

Pasto-La Cocha

Como 1 hora y media hasta Ipiales. Colectivo en el que empacaron a todos los pasajeros atrás y 3 cajas enormes en los 3 asientos de adelante, que casi no caben y nos quitaron por completo la visibilidad del frente.
Corridos y vallenato casi todo el camino, hasta el terminal de Ipiales que no es ninguna belleza. Como llegamos después de las 5, perdimos el último colectivo a Las Lajas y tuvimos que ir en carro. Un señor nos rebajó la carrera, y de todas formas para él fue ganancia porque son menos de 5 minutos desde Ipiales. Llegamos al atardecer y bajamos al santuario con maletas y tosdo, para oifrecérselas a La Señora para nuestra protección.
En Las Lajas las miradas son de curiosidad, como "¿de dónde vendrán?". La iglesia de noche es blanca, iluminada toda contra la negrura de la peña. Cuando bajamos la primera vez ya estaban recogiendo todos los negocios, porque todo es lleno de tienditas que venden recordatorios, camándulas, rosarios, imágenes religiosas, peluches, bolsitos, colalres, manillas, gorritos, tiples de juguete, de todo. Hay unos cuadros horribles hechos en esa cosa que cambia la imagen cuando uno se mueve. Es el divino rostro, pero cuando uno lo ve de un ángulo tiene cerrado el ojo derecho y abierto el izquierdo y si se ve desde l otro ángulo es al revés. En serio, es horrible. Bueno, hay de todo.
Nos quedamos en un hotelito atendido por un campesino que no sabía casi leer y cuando le preguntamos cuánto valía nos mostró el precio con los dedos porque no sabía decirlo. Luego nos hizo el registro en un cuartico barroco, lleno de cosas de todo tipo: afiches Giordano, un mantel bordado cubierto con un plástico, porcelanas baratas, lámparas mandadas de Miami. Y fue eterno escribiendo nuestros nombres, ocupaciones ("¿ama de casa o empleada?" "empleada, señor"), y procedencia. Particularmente la procedencia la preguntó como 4 veces, puro despiste del señor. El registro de ambos le tomó al menos 15 minutos, yo casi no aguanto la risa. La señora nos comentó que debían hacerlo porque todos los jueves deben llevar a Rumichaca el registro de los huéspedes.
Cuando bajamos otra vez al santuario ya no había nadie, todas las tiendas cerradas, y solo el sonido de la cascada que hay frente a la iglesia. Fue muy buena idea quedarse en las Lajas esa noche. Nos sentimos mucho mejor, Ipiales es una ciudad con muy mala energía, uno siente que todo el mundo lo está mirando mal, o lo está fichando. Para resumir, imagínense Soacha, pero más grande y más frío. Cumple mucho mejor que Manizales con las 3 F (feo, frío y faldudo). Ni siquiera saqué fotos porque me dio mala espina sacar la cámara. En realidad desde Las Lajas hasta Ibarra (Ecuador) no hemos tomado una sola foto. Es que todavía estamos entendiendo el ritmo del camino y nos dimos cuenta que de dos días para acá andamos con un afán inexplicable, como si quisiéramos llegar a alguna parte, y no hay tiempo para fotos. Es una cuestión de adapatación, todavía nos sentimos muy bicho raro, muy observados, y la cámara ha quedado olvidada en la maleta.
En Las Lajas nos sentimos como peregrinos, de los que no tienen grandes ambiciones, porque lo importante es el camino bajo nuestros pies y lo que aprendamos de él.
Valga anotar que en Pasto nos deshicimos como de 5 kilos de equipaje entre los dos: ropa, zapatos (ahora solo tenemo 1 par por cabeza), el radio que era muy pesado, un pirógrafo, unos alicates que descubrimos que estaban dañados, un cuaderno de Andrés, no sé qué más cosas que después de ir al Güilque decidimos reemplazar por una mayor comodidad. Es que estar andando con todo ese peso no es cualquier cosa.
Las Lajas-Ipiales: Ibamos a coger el colectivo, ya más temprano, pero no pasó y nos llevó una camionetica de platón, solo que subirse atrás fue todo  un bollo porque esos camioncitos son altos y si uno se sube con la maleta colgada el peso se lo lleva para atrás. Andrés tuvoi que empujarme y me pegué en la cabeza al caer. Me quedó rojo y todavía me duele cuando me toco, pero no fue nada grave. Esta mañana me descubrí un morado en una pierna, seguramente producto de la misma subida. Al bajarnos el señor nos explicó que por la llanta se sube más fácil (claro, pero ¿quién iba a saber?). Nos dejó cerca del terminal, para poder llegar al Puente Rumichaca. Pero esa historia se la dejo a Andrés.
No olviden picar en las fotos para ver las que alcanzamos a tomar en Las Lajas. Hasta ahora, no hay más.
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué lástima que los pastusos den las indicaciones después de. La verdad es que yo supe lo de la llanta cuando apenas tenía 7 años, y no porque me subiera al camión sino porque ví a alguien hacerlo. También se aprende de experiencias ajenas como pueden ver. La próxima será mas fácil. Imagino que Tulcán es mas o menos como Ipiales (no vale mucho la pena) aunque para los ecuatorianos es una ciudad bonita. Recuerden de limpiarse el polvo de los pies cuando se alejen de los sitios donde no encuentren armonía ni positivismo. Lindas las fotos del santuario. Gracias.