27/03/2007
Más allá del trópico
Pero bien, dejé pendientes los detalles de nuestra entrada en serio a Chile, aquí van. Considerando que el invierno se acerca, y Chile es un país absurdamente largo, e inusualmente caro, decidimos saltarnos un buen trecho de tierra, cruzar por fin el trópico de Capricornio (y con ello entrar oficialmente en tierra de estaciones) y llegar a Valparaíso, una ciudad bohemia a pocas horas de Santiago. Aunque no tenemos planes ni horarios, Ushuaia siempre fue una de las metas principales, y después de todo lo vivido, queremos ya quemar esa meta no sea que se nos quede pendiente. Así que mientras la logramos, seguiremos recorriendo trayectos largos, y saltándonos un montón de lugares intermedios.
Escogimos la empresa Pullman para nuestras 30 horas, porque parecía ser la mejor. A mí me decepcionó. Ya les conté sobre las fantásticas comidas a bordo, que nos hicieron extrañar el método colombiano: paradas de una hora para las comidas, donde pasajeros y conductor pueden desayunar con un buen caldo de costilla, almorzarse una bandeja paisa. El asunto es que si te ofrecen las comidas a bordo, no hay tales paradas, y si tienes hambre, te atienes a lo que llevas en el bolso, o lo que alcanzas a comprar en el kiosco cuando el bus hace paradas para recoger o dejar pasajeros en las ciudades intermedias. O sea: más comida de paquete.
Valparaíso nos recibió con los hoteles llenos. Esta es una ciudad costera, y el ambiente es como para que de Santiago se vengan a pasar fin de semana, así que buscar hospedaje el sábado por la noche fue todo un periplo. Al menos en cinco hostales nos dijeron que no había cupo, cosa que nunca nos había pasado. Pensábamos quedarnos en la zona bohemia, pero todo lo que había era una habitación que nos costaba el equivalente a 100mil pesos colombianos, por una noche. Eso sí, era enorme, más bonita que cualquiera que yo haya tenido, alfombrada, con dos escritorios, un armario para esconderse... pero eso está por completo fuera de nuestro presupuesto. Al final, lo único que conseguimos fue una habitación en un hotel de dudosa categoría. El precio era aceptable, pero había ciertos detalles desconcertantes y, pese a que en la entrada hay un letrero bien claro que decía ALOJAMIENTO PARA TURISTAS, tuvimos que salir al otro día, porque el precio que pagamos por esa noche aplicaba solo para el rato, pero no para la noche siguiente. Eso y que el único canal que entraba en el televisor destartalado era porno.
Pero la fortuna nos sonríe, porque en el bus conocimos a Amber, una chilena que nos ofreció hospedaje porque justo su compañero de casa salía para Rio de Janeiro y quedaba libre una habitación. Así que por las pocas noches que nos quedemos en Valparaíso, tenemos hospedaje gratuito ¿Qué más podemos pedir?
Y a mí me gusta esta ciudad, calmada, caliente al sol, fría en la sombra, con cronómetros en los semáforos peatonales para saber cuántos segundos faltan para que cambie a verde. Algo que me ha sorprendido es la cantidad de gente que te pide dinero en la calle. Estás en un restaurante, y llega un músico a tocar y pasar el sombrerito, o un malabarista. Y gente que te encuentras en la calle, vestidos como cualquier paisano, pero de pronto se te acercan y te piden una moneda. Pero si no les das, no pasa nada, todos se despiden con una sonrisa.
Qué buen ambiente el de esta ciudad.
25/03/2007
Solo para tranquilizar
23/03/2007
Va al paraíso?
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Sonia Ro
De viaje: [ www.latinoamorica.blogspot.com ]
Siempre: [ www.oeoo.blogspot.com ]
22/03/2007
Arica - Bienvenidos a Chile
20/03/2007
No más La Paz
16/03/2007
Fotos nuevas
VER NUEVAS FOTOS
Por favor mírenlas y me cuentan si este servicio les da problemas o cuál prefieren a ver qué hacemos, y consolidamos los respectivos enlaces.
14/03/2007
Laberinto comercial
Bolivia mantiene la impresión que nos dio de ser un país calmado. La gente, si se le saluda y se le habla amablemente, son tremendamente atentos, y se esmeran en que encuentres lo que estás buscando, aunque no siempre son claros en sus orientaciones. Esta mañana vi un trancón que se armó en unas callecitas angostas como las de La Candelaria(*) y la gente se portó de lo más paciente, nadie pitó, nadie se despelucó.
Andrés y Sonia decidieron que no hay nada más barato que La Paz y ahora ambos tienen algo de ropa nueva, y se van a fabricar otro par de cuadernos. También estuvieron haciendo experimentos con la caligrafía, escribiendo sobre polos blancos con acrílico para tela. Fue todo un éxito.
Y definitivamente, no creemos que se consigan cosas más baratas que aquí, un poncho tejido artesanal puede valer el equivalente de entre 10 y 35 mil pesos, según la calidad. Y no es mala, en verdad. Sin hablar de productos de mercado normal, y un montón de comida. No hay cuadra sin un puesto de comida, pasteles, panes, jugos, secos, sopas. Se dirá que esto es una larga lista de enumeraciones, pero eso es lo que sucede cuando sales a la calle en La Paz. Los ojos no descansan, pasando de un puesto a otro, de una cosa a otra. Se puede uno perder por horas mirando cosas, pendejadas y no tanto, cosas que querrías, cosas que no necesitas, cosas que te gustaría tener, cosas que no tienes idea de qué son, sobre todo comestibles, cosas, cosas y más cosas. Mañana iremos a El Alto, porque nos contaron que estaban en feria y se podía conseguir ropa muy-muy barata. Esto es, una chaqueta, o una falda en 2 bolivianos (alrededor de 500 pesos). No lo podemos creer, y por eso vamos.
Las cholitas te venden de todo, y todas andan con sus faldas repolludas, unas sobre otras, sus zapatos de plástico transparente, como si fueran de charol, sus sombreritos que no les encajan en la cabeza y apenas se sostienen. Negociar con ellas no es muy fácil y los precios ya son de por sí bajos. Si acaso te dejan pedir el aumento, para que te den un poco más de jugo, o de naranjas, o de arroz, simpre al menudeo.
El Carretero, el hostal en que nos hospedamos es estilo viajeros como nosotros. Es difícil quedarse ahí sin conocer gente nueva. Las paredes de los cuartos están llenas de inscripciones en todos los idiomas, escritas por toda la gente que se ha hospedado aquí. Y en verdad no somos muy diferentes, a los dos lados del mundo. Es de lo más económico que se consigue aquí, con baño compartido, pero iluminado y considerablemente limpio para los estándares de lugares así. No se puede lavar ropa pero sí cocinar, y el servicio de lavandería es muy barato. Sandra, la encargada, cose con tres puntadas los pares de medias para no confundirlos luego.
Entre todo este laberinto mercantil, conseguimos al fin el cable USB para la cámara. Nos costó 60 bolivianos, así que, Sebastián, de acuerdo al cambio, nos debes unos 15 soles (ya nos habías dado 10). Nos veremos en Bélgica. Así que ya estamos subiendo las fotos atrasadas. No sé si las logre todas hoy, porque tal parece que no caben por el cable. Y porque Andrés me espera pronto, para asar un pedazo de carne y cocinar unas papas con hogao, que es una de nuestras comidas favoritas de cocina comunal. Combinación ideal de facilidad y cheveridad.
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* Valga decir que en general nos ha parecido que las ciudades latinoamericanas son muy parecidas, tienen zonas similares y hasta calles que parecen iguales.)
11/03/2007
La Paz en paz
La Paz es una ciudad grande, pero por lo que hemos visto hasta ahora nos da la impresión de que la ciudad es como un gran San Victorino, lleno de puestos en las calles que según el sector te ofrecen ropa, zapatos, cosas de plomería, brebajes, frutas, cinturones, cuadernos, calzones, medias, artesanías, comida. Con respecto a la comida la hay de todos los calibres. Desde el almuerzo que venden en la calle, en una olla en el piso y si es para llevar te sirven en una bolsa la sopa y en otra el seco (aquí y en Perú lo llaman segundo), pasteles de variadas formas, tamaños y apariencia higiénica, hasta el restaurante de mesero y servilleticas en las mesas. Pollo por doquier, sobre todo frito, y más bien pocas chifas (comida china).
La ciudad es de color ladrillo, porque las casas las construyen y las dejan así para que no les cobren impuesto (si las arreglan les empiezan a cobrar). Hay edificios de varios pisos, muchos en obra negra o gris, porque como la ciudad queda entre montañas, le queda más fácil crecer hacia arriba que hacia los lados. En el centro siempre hay un montón de gente, todos caminando por la mitad de la calle, esquivando los buses que casi nunca frenan frente al peatón, para evitar tener que arrancar en subida. Son pocas las calles sin inclinación, y los trancones son más comunes en las callecitas pequeñas que en las avenidas.
Los bolivianos son amables, y más bien callados, al menos en tierras frías. Bolivia nos ha dado la impresión de ser un país tranquilo, poco ruido, poco bullicio, poca aceleración. La gente se lo toma con calma, y todos son muy amables en indicar direcciones o hacer recomendaciones de seguridad. Por lo que nos han dicho parece que hay muchos carteristas, de los que te roban sin que te des cuenta. No nos ha pasado, pero no hemos dado mucha oportunidad para que nos pase. Bogotá ha sido una buena escuela.
Nos estamos hospedando en El Carretero, un hostal bien sencillo, lleno de viajeros de todas partes del mundo. En esta travesía nos hemos encontrado con: argentinos, chilenos, españoles, austríacos, belgas, holandeses, franceses, alemanes, colombianos. Nacionalidades raras: Guyana Francesa, Japón. Nos sorprende que no hemos encontrado a ningún viajero peruano, boliviano o ecuatoriano, y ni hablar de Paraguay, Uruguay, Centroamérica o Asia.
Estamos 1000 metros más alto que Bogotá. Es más frío, aunque el clima parece ser menos aleatorio. Sol de día y lluvia de noche, y sumar una hora a la bogotana, porque ya atravesamos el primer huso horario (el segundo será en Argentina).
Hay ciudades de Bolivia que no podemos visitar, en la parte oriental del país, porque las vías de acceso terrestre están cerradas por inundación (p. ej. Santa Cruz). El plan hasta ahora es quedarnos aquí unas 3 noches más y seguir bajando, tal vez hacia Chile.
A orillas del Titicaca
Aparte de los restaurantes que ofrecen trucha en todas sus variedades, algunos cafés para público extranjero, y el lago Titicaca, no hay mucho por hacer en Copacabana. Se puede subir en media hora al cerro El Calvario, que domina la ciudad, pero esa ruta se la dejamos a quienes nos emulen, porque estamos hasta la madre de subir montañas y de largas caminatas.
Por eso tampoco recorrimos toda la Isla del Sol. La lancha nos dejó en la parte norte, que es donde están las ruinas más importantes, de la cultura tihuanaco (anteriores a los incas) y otras de los propios incas, que llegaron después. Se dice que en esta isla nació el sol, de una piedra en la que se ve la cara de un jaguar (con algo de imaginación, para ser francos, o eso me pareció a mí). El nombre del lago viene de ahí: Titicaca- la piedra del jaguar. O sea, el lago donde está la piedra del jaguar. También hay unas ruinas incas, llamadas el laberinto, por sus calles intrincadas y estrechas.
Los paisajes son muy bellos, desde la isla se ve el horizonte con la cadena de nevados andinos a lo lejos, los caminos de piedra que parece que se hubieran formado naturalmente, las playas de aguas cristalinas. Hace un frío de miedo, sobre todo por las noches, en que generalmente llueve. A Sonita la agarró un resfriado en Copacabana que ya lleva 3 días de congestión.
En la isla hicimos las visitas de rigor, declinamos la caminata de 4 horas para salir al lado sur, y volvimos en nuestra lanchita prosaica a comer trucha en Copacabana (Nota al viajero: Es más barata, más rica, y la venden completa. En la isla vale más, no es tan rica, y solo te dan media).
Copacabana, trucha y más trucha, venta en las calles de cacahuates, pasancalla (en Perú: Coricancha, en Colombia: una especie de maíz pira, más grande, dulce y cauchudo), galletas de variados nombres que saben todas a lo mismo, una bebida que no nos atrevemos a probar que tienen servida de una vez en vasos con platos tapando para que no se metan las moscas, artesanos en la calle principal que nunca parecen vender nada pero todos los días te invitan al bar porque "esta noche hay toque".
El comedor popular es como las comidas que venden en las plazas, sólo que cada puesto tiene baldes de agua porque no hay grifos. No sé muy bien cómo lavan y es mejor no averigüarlo. Hasta ahora no hemos tenido problemas digestivos en Bolivia, pero tampoco hemos comido mucho en la calle, porque igual hay locales serios donde no sale tan caro.
Las fotos se las quedamos debiendo, porque no hemos conseguido aún el repuesto del cable USB, y no siempre hay lectores de tarjetas en La Paz.
Machu Picchu - última entrega
Después de que bajamos a Aguas Calientes desde Machu Picchu, todos mojados y con la lengua de corbata nos dedicamos a dormir todo el día. Hubiéramos pagado con gusto el tren de regreso si hubiéramos conseguido tiquetes para esa misma tarde, pero ya estaba lleno, así que decidimos pasar otra noche en Aguas Calientes y madrugar a hacer el trayecto de regreso caminando, por las vías del tren (no aceptado por la organización del parque), 30Km hasta un punto en que se puede tomar una combi (colectivo) hasta Ollantaytambo. Caminamos todo el tiempo sobre una carrilera llena de travesaños (claro) y esas piedras medianas que siempre ponen en las carrileras y que no dejaban caminar. Había un camino paralelo en el equivalente a una cuarta parte del camino. En todo el trayecto no hablamos casi nada por estar en un ánimo meditativo, con el ritmo de la marcha sobre la carrilera, el aprender a escuchar cuándo viene el tren y escuchar a la Pacha Mamma de vez en cuando. Caminar y caminar, los 30 kilómetros que se deberían hacer en 7 horas. Para nosotros fueron unas diez horas, con algunas paradas técnicas, y un almuerzo más bien frugal.
Vale anotar que perdimos casi una hora en visitar unas ruinas que había 2 kilómetros antes de llegar porque estaban solas, no había guardias ni puertas, y había unas escaleras que debían conducir a algún sitio. Deben salir en las fotos que alcanzamos a subir en Cuzco.
Cuando llegamos por fin al kilómetro 82, ya era demasiado tarde y no había carros de vuelta, y tuvimos que pagar el trayecto de los 2 por 20 soles, lo cual es un robo, es verdad, pero las opciones eran: dormir en la calle, porque en ese pueblo no hay hoteles, sólo campesinos; caminar otras 4 horas (o sea 6 para nosotros); dormir en las ruinas, 2 kilómetros atrás y contraviniendo una prohibición que debo profundizar:
Mientras decidíamos nuestra suerte junto a unos españoles que acababan de llegar con el ánimo de hacer lo mismo que nosotros pero al revés, se acercó una funcionaria del Instituto Yonosequé de Parques y nos pidió que la acompañáramos a su oficina. Una vez allá nos pidió el pasaporte y a los dos el estómago se nos encogió. Antes de dárselo le preguntamos por qué y nos dice que lo que vamos a hacer está prohibido y que no nos podemos ir caminando hasta Aguas Calientes. Le dijimos que SALÍAMOS de Aguas Calientes y queríamos llegar a Ollantaytambo y ella se cogió la cabeza como diciendo "estos muchachos ya la hicieron y ya qué", y se calmó y hasta creo que se disculpó con nosotros.
El asunto es que al parque no le interesa que nadie llegue caminando hasta Aguas Calientes. La única forma en que un turista puede llegar es pagando el tren de 50 dólares, o haciendo el camino del inca, que se hace en 3 ó 4 días y se paga en un plan con todo. De hecho cuando nosotros llegamos caminando, fue por la vía férrea, lo cual está prohibido. Pero si alguien está saliendo, más bien lo ayudan a salir y le piden que no aliente a otros a hacer lo mismo. Así que si alguien se siente alentado por nosotros, que no diga que fuimos nosotros.
Mientras hablábamos con la señora esta, los españoles alegaron que todo eso era un robo, que si tú no tenías 140 dólares, además de la estadía y alimentación por al menos 2 días en uno de los lugares más caros de Perú, no podías visitar el supuesto Patrimonio cultural de la Humanidad (¿pero cuál humanidad?) Haciendo cuentas, todas nuestras peripecias nos ahorraron U$280. Pero más allá de eso, toda lo que hicimos es una protesta contra el turismo indiscriminado, que para evitar que un lugar sea visitado por demasiada gente (y que se "arruinen" las ruinas), lo único que se les ocurre es cobrarlo caro, y dejarlo como veraneadero de los ricos a los que no les importan las tarifas. Para la muestra un botón: Vimos un hotel en Aguas Calientes, que la única diferencia con el nuestro (8 soles por cabeza) era el baño privado y la televisión. Mismas camas, mismo espacio, pero te cobran 120 dólares la noche por persona. ¿Y por qué? Porque si vienes a Machu Picchu, es porque tienes plata. Y te la sacan.
Fin de la historia: llegamos a Arin de vuelta a las 9pm, frente al asombro de nuestros amigos, que habían llegado como 4 horas antes, y la preocupación de que nos hubiera pasado algo. Y con medio pollo asado para no seguir engañando al estómago, que le gustan las proteínas de vez en cuando. (Lo sostenemos: ser vegetariano no paga).
7/03/2007
Machu Picchu desde arriba
Estar ahí. Caminar por las calles que vemos en las fotosd, tocar las piedras, beber agua de las fuentes. Saber que nunca volveré a ver una foto de Machu Pivcchu sin pensar que estuvimos ahí, que la luna nos acompañó al principio de la noche, que caminamos más tarde bajo la lluvia incesante que mojaba las escaleras y resonaba en los estrechos corredores. Saber que es inmenso, que vagamos por una hora buscando la salida. Sentir la ciudad como si fuera fantasma, puesta en la cima de la montaña escarpada, lejos de todo, y vacía en medio de la noche lluviosa, con el sonido del agua resonando en los rincones y las plazas, pero con la ensación de que hay alguien presente. Caminamos la montaña sintiendo que algo nos iluminaba desde arriba, que había alguien acompañándonos. la fuerza de las montañas es impresionante, y aunque no viéramos mucho a causa de la neblina (gentes que entraron de día tuvieron la misma suerte), sentíamos la presencia imponente del Wayna Picchu, allá al frente, muy alto, más empinado, peligroso y misterioso.
La segunda parte
Nuestro guía se llama Antonio (Antòine en francés). Llegó con Sebastián de Bélgica buscando latinoamericar un rato. No sé desde cuándo es vegetarano. Tiene unos ojos verdosos inmensos que no estás seguro de por qué te miran fijamente. Parece no necesitar mucho más que un colchón y su dijeridú que toca cada que encuentra la ocasión. Es nuestro guía porque ya ha ido a Machu Picchu por ese camino, es el único que lo conoce. Pero quiere pasar la noche en el templo de la Luna, una formación natural que queda caminando un buen trecho más hacia el Wayna Picchu. Lo que de día son unos 25 minutos, de noche, en grupo, con lluvia, con la luna oculta tras una capa espesa de nubes, se volvieron más de 3 horas.
Hay una puerta al otro lado de las ruinas por la que se pasa al Wayna Picchu. Hay una advertencia a los turistas en que el parque se libera de toda responsabilidad porque el trayecto es empinado y poeligroso. Una especie de "Hágalo bajo su propio riesgo". Más alla de esa puerta no hay guardias.
Estamos en Machu Picchu, de este lado de la puerta cerrada. Alguien propone avanzar un poco hasta un sitio tranquilo. Antonio salta la reja y nos recibe las cosas al otro lado. Por alguna razón, todos lo sdeguimos yn saltamos la reja lo cual no nos gustó nada. cuando estamos del otro lado, empieza a lloviznar. Alguien propone quedarnos en la caseta hasta que escampe. Alguien más propone avanzar un poco y encontrar un sitio tranquilo. El grupo se mueve como por inercia. empieza a llover más en serio. nos ponemos los ponchos plásticos (no subas a Machu Picchu sin uno) y seguimos hasta una opequeña cueva sdonde descansamos un rato. Sigue lloveindo. Entonces Antonio propone que caminemos hasta el templo de la luna, que es un buen lugar para pasar la noche y regresar a Machu Picchu de día.
Antonio nos asegura que en media hora estaríamos en el templo de la luna, secos y calientes. Sigue lloviendo y todos lo seguimos. Pero el tiempo se alarga. el camino se pone fdifícil. No deja de llover ya hora la luna está bloqueda por las nubes. Estamos cansados, es más de media noche y no hemos dormido nada.
Llegamos a una cueva, seca y cómoda. por alguna razón que aún no tengo clara seguimos caminando en vez de quedarnos ahí. Una hora después de trocha interminable y sin encontrar nada, Valentín anuncia que él no va a seguir más, que él no quería pasar la noche así, y que de acuerdo a lo que hemos avanzado, si no nos devolvemos ya, no alcanzamos a salir a tiempo antes de que lleguen los guardias. Estamos totalmentwe de acuerdo con él, aunque Antonio trata de convencernos todavía. Sebastián siguió adelante mientras dioscutísmos todo esto y ay hace rato que no vuelve. Fue a averigüar cuánto faltaba de camino, y por lo visto no era poco. despué sde un segundo de duda, nos despedimos de Antonio, que puede pasar la noche donde quiera, y emprendemos el camino de regreso, sin guía. Somos 4 y tenemos 2 linternas, un puñado de hojas de coca, un turrón y una botella de agua. Solo hay un camino, no podemos perdernos. Sonia toma su linterna (Bendito dios que no consume baterías!) y guía al grupo por el camino de vuelta hacia arriba, más de una hora, hasta la puerta por la que salimos de Machu Picchu.
En bolivianos
Ya no puedo tomarme la foto con el chullo porque se nos perdió en el bus en Perú. A estas alturas debe estar regresando al valle sagrado que lo vió tejer. Y porque a la cámara le queda poca batería porque el enchudfe del cargador no cabe en el del hotel, y además nos toca buscar internet con lector de tarjetas porque Sebastián refundió nuestro cable USB. Pero Andrés se compró un poncho boliviano, rojo con negro. Se le ve bien.
Y en fin, el asunto es que mañana salimos en lancha hacia la Isla del Sol para quedarnos allá al menos una noche. Y ya.
5/03/2007
Machu Picchu - versión completa
Mientras tanto
Lo que nos faltó
* Que el primer día que llegó más gente a la casa de Arín, Sonia se fue al río huyendo del exceso de socialización y cuando volvió rera demasiado tarde y se hizo osuro, y estuvo vagando por una hora tratando dd encontrar e amino directo en la oscuridad hasta que se convenció que era màs fácil bajar hasta la carrtera e irse por el largo camino iluminado. Ya Andrés había salido a buscarla.
* Que en Pisac vimos una yunzada, que es como la fiesta central de los carnavales. El grupo de mamachas y papachos bailan con sus trajes típicos alreddor del árbol sagrado que está clavado en medio de la plaza, todo lleno de globos, serpentinas y regalos (baldes, escurridores, cosas para la cocina). El anfitrión le ntrega a una pareja de los danzantes el hacha. Ambos pasan al cento, toman chicha y comienzan a talar el árbol, 3 ó 4 veces. Luego entregan el hacha a otra pareja y siguen bailando. Se siguen turnando el hacha hasta que alguno finalmente tumba el árbol (este proceso puede durar más de una hora, poque cada pareja hace apnas unos 5 golpes de hacha). Cuandoi el árbol cae, todos los niños corren a recoger los regalos del árbol. Como en una piñata pero con más rapiña. El que tumbó el ´rbol es el encargado de pagar la yunzada al año siguiente. Esto es: chicha, árbol, música y lugar. Claro que en las yunzadas también se recupera con la venta de más chicha, cerveza, trucha (truchada), panes y rifas varias.
* Que de hecho participamos en una yunzada "privada" en la casa del loco Taray, en Coya, con banda de música, truchada y muchos malabaristas. Bailamos alreddor del árbol, tomamos chicha, cmimos truchga asada y cerveza Pilsen Callao, que según dicen los limeños es mejor que la Cusqueña. Pero, claro, son limeños, no cusqueños.
* Que en esa misma fiesta, Andrés participó como Chichirilo, el ayudante tonto de Sebastián, mintras él haía malabares con pelota, machetes y objetos varios. También improvisó con la armónica en un número de títeres para los niños.
* Que las montañas aquí no son como las de Colombia, parece que un puño gigante hubiera golpeado desde abajo de una tierra muy dura y las montañas se ven como salidas a la fuerza, como si el pasto del valle se hubiera estirado hacia arriba, en pendientes muy empinadas, y se le formaran estrías de rocas y de tierra roja. Y siempre están cubiertos de una vegetación bajita, finita, sin grandes árboles. A veces se distingue, arriba en las lomas, una vaca suspendida no se sabe cómo, de una pendiente donde no hace falta una cerca para que no la roben. Y aunque pareciera que queda muy cerca, las vacas son pequeñitas allá arriba.
* Que todo el valle sagrado está lleno de choclos, mamachas, pañolones de colores, combis malolientes.
* Que teñimos una camiseta, un pantalón, y la mochila de Sonita con unas plantas de cuyo nombre no puedo acordarme. Se dejan en remojo un día, poniendolas con el agua algo caliente. Y que todo eso quedó verde, pero no muy parejo que digamos.
* Que estando en Arín nos fuimos un día con todos a caminar por la montaña y encontramos 4 ó 5 lugars maravillosos: un claro escondido entre los arbustos, unos caminitos crrados y enmarañados, com de duendes, una cascada escondida entre el verdor, cn arco iris por todas partes, el taita int calentándonos de un lado y la luna asomando por el otro (todo al tiempo), encima del Apu Pitusiray que es esa montaña que en la cima tiene una formación rocosa como si fuera un castillo fantástico.
* Que también en Arín conocimos al Doctor y su esposa, otros d esos amigos raros de Deborah. Él es escocés y doctor en psiquiatría con ínfulas de chamán, no puedo decir si justificadas. Ella habla todo el tiempo, y antes de vivir con él atendía en un consultorio de curacióbn de toda clase de males. entre los dos estuvieron escogiendo gnte aleatoriamente en la casa para hacerles limpiezas corporales y espirituales, soplarles humo en la cara y cantar en idiomas extraños. Ambos aseguran que el fin del mundo será en el 2012.
* Que en Santa Teresa, a donde el internet llega a lomos de inca cojo, hay unos termales que quedan entre las rocas, con l agua clara que te pudes ver los pies en el fondo, a la luz de la luna crciente. Montañas alrededor, bosque y rocas en la pard de la piscina que stá contra la montaña. La temperatura dl agua era tan agradable en la noche que Sonita se quedó dormida un rato ahí metida, recostada sobre las escaleras.
* que Sonita se compró un chullo (esos gorritos peruanos con orejeras) y un pañolón de mamiha, todo de colores, y ahora carga las cosas livianas ahí, amarradas de la espalda. Es cómdo mintras no llevs demasiado peso, o a menos que lo uses desde os seis años. Y Sonita se ve como toda una cholita.
2/03/2007
Alturas de Machu Picchu
Resumen de los 15 minutos que tenemos de internet:
Empezamos a subir a las 4pm de ayer, preguntando a los que bajaban si nos dejaban el boleto (pero esta estrategia no funciona bien).
Nos desviamos del camino principal a las 6pm, para entrar por un camino secreto directamente a las ruinas. Subimos por monte empinado hasta la primera plataforma que encontramos, cerca de las 7pm. Vimos salir la luna casi llena sobre las montañas vecinas, y nos acompañó un rato, para alcanzar a disfrutar un poco las ruinas por la parte de abajo. Bordeamos todo hasta la salida de atrás, que lleva al Wayna Picchu, la montaña alta que siempre sale en las fotos detrás de las ruinas. Hay una puerta de salida, porque nadie se responsabiliza por lo que te pueda pasar por ese camino: escarpado, abismos, rocas grandes. Sumado a que era de noche, y una vez salimos de las ruinas por detrás empezó a llover continuamente por las siguientes 8 horas. En total caminamos alrededor de 16, con paradas de 15 minutos máximo.
Por cosas del destino, nos alejamos demasiado de las ruinas, el grupo de 6 personas se separó en 2 y 4 (nosotros y Valentin y Soledad) y tuvimos que volver después de 3 o 4 horas de monte húmedo y resbaladizo para volver a entrar por donde salimos (todo un asunto de diferencia de intereses en el grupo).
Entramos por fin, recorrimos todo de vuelta, vagamos por una hora entre los antiguos edificios incas hasta encontrar la entrada principal y salir como si cualquier cosa, porque a las 3am con lluvia, no hay guardia que moleste. Y bajar por la carretera principal otras 3 horas, largo pero suave porque ya nadie quería trocha con charcos y sin luz (la luna llena no atraviesa el kilómetro de nubes que teníamos encima).
Fin del resumen: volver al hotel, dormir seis horas casi desnudos porque toda la ropa quedó empapada, almorzar como reyes y descanso en la tarde.
Mañana haremos el camino de regreso a Ollantaytambo. Adivinen cómo: caminando! 8 horas, según nos dicen, pero después de subir por ese monte, podemos caminar lo que sea de menos de 45 grados de inclinación sin ningun problema.
Nos vemos en un lugar seco y caliente. Estamos perfectamente bien.