25/06/2007

Para el norte

¿Que cómo está Buenos Aires? Sí, frío, pero no tanto. O al menos no tanto como me imaginaba en Colombia. Llueve, de vez en cuando, pero cuando lo hace parece que se nos fuera a venir el cielo encima. El jueves llovió, y para mi sorpresa hacía menos frío del habitual. O quizás fue porque no salí casi de la casa. Cuando se tiene un cielo tan limitado, no es aliciente para una vida en exteriores el verlo nublado y cargado de electricidad. Aunque tiene su carga poética, con todo eso, es verdad. El cielo porteño cargado de electricidad poética.

Colombia ahora parece un sueño que me hubiera mantenido durmiendo dos semanas. Me dejó un buen par de buenos recuerdos, y he decidido olvidar aquí los que no lo fueron tanto. Fui y volví sin novedad, y tanta gente me ha preguntado cómo es posible que haya regresado por tan sólo diez días, que he empezado a preguntármelo yo misma también. Quizás decida un día darme vacaciones, y regresar de incógnito, eso sí (¿o sería de incógnita?), que prefiero verme diez días con dos personas, que ver a veinte en un solo día. Fue como cuando uno se ve en una fotografía, sabe que estuvo ahí porque salió en la foto, pero la foto misma es más permanente que la presencia.

Pero por fin puedo escribir esto en mi cuarto, y en mi máquina. Es verdad que no puedo enviarlo ahora, pero mi dependencia de los locutorios es cada vez menos angustiosa. Ya es noche cerrada, como corresponde a un invierno declarado, creo, a partir de este fin de semana. Y el cuarto está tibio gracias a nuestro nuevo calentador de ambiente. No había forma de que yo sobreviviera una semana más sin él. Y no es que sea tanto el frío, porque ya lo dije que no hace tanto. Es su persistencia, el tener frío todo el tiempo, el que las manos estén frías siempre, aunque afuera haga sol. Tener la posibilidad de calentarse en cualquier momento es algo que solo aprecian quienes viven en una casa sin calefacción.

Por lo demás, en estas tierras han explotado poco el poder calorífico del cacao y el chocolate calientes, de los que todavía me queda una buena reserva. No puedo decir lo mismo de las arepas, que mermaron tan rápido que ya pronto las extrañaré de nuevo. A mí lo que me sorprende es que algo tan versátil pero tan sencillo de hacer como un emplasto de harina sobre una sartén no haya trascendido más fronteras. Debe ser la latitud, digo yo, que como el sol no se mueve encima de nosotros no haya existido aquí el concepto de la tierra plana, y a lo mejor la génesis de la arepa se encuentre precisamente ahí. Habría que explorar esta teoría, si hay algún antropólogo que acepte el reto.

En la semana que estuve fuera, Andrés sobrevivió con una alta dosis de choripanes, que tampoco tienen mayor misterio: un chorizo a la parrilla, partido en dos a lo largo, y puesto sin más preámbulos en un pan partido al medio que parece francés, aunque digan que no, y aderezado con lo que el local ofrezca, que no va mucho más allá de mayonesa y una especie de chimichurri de calidad altamente variable. Harina y proteína, que básicamente resume los dos componentes principales de nuestra dieta, salpicados con un zapallo por aquí, una berenjena más allá y tomate cuando el verdulero no se pone aristocrático. Yo sé que suena muy básico, en comparación con nuestro menú diario en Colombia. No se lo tomen al pie de la letra, que cualquier afirmación universal en este contexto no se refiere a Buenos Aires, ni siquiera a la Capital, sino a este sector diminuto que llaman el centro, casi el microcentro (¡existe!), donde la gente no come lo que el resto de los mortales. Los porteños, al menos. Los turistas sí tienen una oferta de lo más variada en estilos internacionales, a precio de turista, claro. Otra cosa es el resto de la ciudad, de la provincia, y del país.

Aprovechando estas salpicaduras de información, y como me percaté que mi visita a Colombia suscitó preguntas que bien podría responder en este espacio, insto a mis lectores de otras tierras, o de estas, qué carajo, a que sacien su curiosidad conmigo. Contestaré todas las inquietudes de las que me sienta capaz. De paso me dan un par de temas para escribir aquí, porque confieso que hay días en que no sé qué contar, por sorprendente que eso pueda parecer. Los escucho, o mejor: los leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece que un próspero negocio sería poner un puesto de arepas de queso calientitas, y acompañadas de un cacao (que se podría conservar en un buen thermo). Claro que ésto va sólamente para el invierno, pues no hay nada mejor para calentarse que ésta combinación. Se podrían ofrecer también marquesas, aunque estas son un poco mas dispendiosas de elaborar. Creo que en variedad de comida para todos los climas, no nos gana nadie. Una buena razón es que tenemos todos los climas al tiempo y no por temporadas, pero la verdad siento que no nos falta la malicia para combatir los embates que nos ofrece la naturaleza. Se consigue una buena cantidad de dulces en ésta época? Y café? y aguardiente? Este calienta mejor que el vino. Bueno, esto se entiende, adicional a las chaquetas, el ejercicio y una buena ruana.