12/05/2007

el lugar en el que nadie sonríe

Ayer monté en el subte por primera vez. Se bajan unas escaleras que uno se siente descendiendo al Averno, unas primero para comprar el ticket y otras más para tomar el subte. Me sentí como en una película, con las luces de neón, las vallas, y las sillas para esperar.
El vagón surge desde el lugar menos esperado, me sorprendí mirando hacia el otro lado cuando ya venía detrás mío. Pero no se ve venir, ni siquiera se oye. Se siente. De pronto el aire resuena y el túnel retumba y es un rumor que viene de lejos y se acerca. Luego la ráfaga de viento, el vagón que se detiene y las puertas que se abren sin atropellar a nadie.
Adentro, es un clima como de limbo. Cuando no hay un vendedor, todo está en silencio, un silencio raro, tapizado con el ruido del vagón contra las paredes del túnel, colándose por las ventanillas abiertas, el bamboleo, la gente medio colgada de los aros que tienen los tubos del techo. Pero lo más impresionante es sentir que ninguno de los que viajan en el subte están realmente allí. Todos viajan con una expresión ausente, metidos en sus propios mundos que se deben parecer mucho entre sí, porque todos tienen esa misma expresión de seriedad, de neutralidad, de falso estar. Al menos cinco personas cerca de mí tienen un celular en la mano en el que marcan con desenfadado interés, escriben mensajes, revisan directorios, juegan. Varios otros tienen audífonos, y al menos se siente su presencia de gente que mira el mundo con banda sonora.
De cuando en cuando alguien se para de repente y se acerca a la puerta. el vagón se detiene otra vez (en subte todo es tan cerca), unos bajan, otros suben, nadie habla con nadie, y nadie sonríe. Van a decir que yo leí mucha Mafalda, pero me acuerdo de Quino todo el tiempo, hay una tira en que el papá de Mafalda va sonriente en el subte porque ella le desó felíz día con un beso. "Y a este qué le pasa?" dicen los demás, cuando lo ven con esa sonrisa de ensueño en el lugar en el que nadie sonríe. Pero hay que hacer una pequeña precisión: no es que todos en el metro vayan enfadados. Es que no están ahí. Están arriba, con sus familias, con sus trabajos, con el partido de fútbol, con el sueldo que pagan del primero al siete, con deicidir si como en la casa o afuera, si total me sale lo mismo con lo caro que está todo. Están afuera, con los niños que esperan en la casa, con el resultado de Gran Hermano, con la marcha de protesta por la indignación, siempre por algo, siempre hay alguien indignado, aquí la indiferencia tiene otro sabor.
Y yo me pregunto, con uno de esos pensamientos míos trágicos que me dan a veces: ¿si el subte se descarrila y "espachurramos todos", quién de ellos dirá que vivió concientemente, hasta el último minuto? ¿quién recordará al que viajaba al lado? ¿quién sabrá cuál era la historia del ciego que pidió monedas esquivando a la gente que no veía?
Y lo escribo, sentada en el locutorio, mirando una pantalla que me tiene siempre en otras partes, otras latitudes, otros temas, y no sé cómo se llama la mujer china que atiende por las noches, en el turno de 18 a 4, ni si le alcanzarán los 600 pesos que gana de domingo a domingo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola sobrinos!
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que yo les escribí pero Uds nos han cantado....yo diría mas bien "encantado" todos los días. bueno casi todos los días.
Yo me justifico pensando que esto es como una deliciosa conversación en la que yo disfruto tanto escuchándolos que siento que no tengo el derecho de interrumpirles el hilo argumental.
En cuanto a la casa se percibe a travez de las fotos un marcado sabor de hogar.
Otra cosa que se percibe es que a pesar de encontrarse en una urbe o metrópoli con el inherente acelere Ustedes parecen mas calmados. Me alegro mucho por los logros y metas alcanzados que los siento mios a travez de Ustedes.

Fraternalmente
Mane