18/05/2007

El gato sobre las tumbas

Hoy visité el cementerio de la Recoleta que, como todo lo de interés en esta ciudad, está lleno de turistas registrándolo todo. Estuve un buen rato buscando la tumba de Evita Perón, sin mucho convencimiento y sin mucho éxito en verdad. Pero vi un par de cosas interesantes, en este lugar en que me sentí orgullosa de mi vitalidad, atisbando entre los muertos de piedra y de olvido.

Me gusta cuando la piedra se mancha por la humedad y pone ojeras en las esculturas de los ángeles, y hace que las cosas dejen de verse nuevas. Algo nuevo en un cementerio es casi como una ofensa, como esos mausoleos relucientes de mármol pulido que parecen bóvedas bancarias con entradas de cajero automático.

Me gustan también las expresiones dolientes de esas estatuas de piedra, que irradian esa melancolía de seis menos diez, cuando suenan las campanas que anuncian que el cierre está próximo. Se quedan mirando al vacío, con ojos sin pupilas, como si en el fondo de sus corazones de piedra se alcanzaran a conmover con la ausencia de los que tampoco están aquí.

Pero sobre todo me gustan los gatos, que andan en grupos de cinco, de diez,+ grandes, felpudos, cafés, grises. Parece como si formaran parte del paisaje, como si cuando hicieron el cementerio los gatos ya estuvieran allí. Se apostan todos en cualquier lugar a mirar a los turistas y dejarse fotografiar sobre los mausoleos, y no les importa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fantástico este fragmento. También me encantó el del Subte. Sigue así que vas muy bien, deleitándonos con tus escritos que nos permiten hacernos una idea de lo que no conocemos.