9/04/2007

Argentina

Y bueno, nunca me sentí tan extranjera en este viaje. Cuando llegamos aquí todo era un choque, porque cosas de la vida cotidiana funcionan siempre diferente. El léxico es todo un rollo, porque muchas cosas se llaman distinto de como uno las conoce. Nadie entiende qué es un esfero, una tienda es un kiosko (las tiendas son de ropa), un bar es un boliche, un bus es un colectivo. Hasta los baños funcionan diferente, con el tanque alto y la cadenita para tirar, y tçde pronto te descubres en un baño que no tiene ni tanque ni cadenita y debes tantear todo hasta descubrir cómo bajar el agua. A veces me siento como europea en Colombia, preguntando cosas que para todos son obvias (¿el bus número 5 dónde para?¿y sí va para el centro?¿y se demora?).
El primer día subimos al colectivo que nos llevaba al Challao, cargados con maletas y todo, después de media hora de espera. Y al subir descubrimos que el conductor no maneja dinero. Hay que tener $1.10 en monedas sueltas (no billete) para poner en una maquinita que es la que cobra el pasaje. Eso o tener la tarjeta de Red Bus que, por supuesto, no teníamos.
A veces prefería quedarme en el camping todo el día, y no tener que salir a preguntarle cosas a todo el mundo. Un par de días es divertido, pero luego es agotador. Hablar el mismo idioma pero no entenderse...

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