6/09/2007

Más de eso

La temperatura está comenzando a subir. Ya se puede estar en la calle en un restaurante, caminar de noche. Ponerse menos ropa. Los ánimos parecen más alegres y algunas flores se adelantan. Ya todos queremos dejar atrás las bufandas y una noche fresca ya nos sienta bien. Salimos a caminar por caminar. Ahora disfrutamos mejor de la ciudad, de lo que hay aquí y solo aquí. ¿Qué de Buenos Aires? La primavera se acerca, y sin tanto saco encima, se pueden tomar decisiones importantes.
¿Y ahora qué? Empezar otra vez. Mientras tanto. Quizás. Podría ser. Pensándolo bien...
Caminamos por el jardín de senderos que se bifurcan, y a cada paso de nuestra marcha se presentan opciones, como en un ramillete. No son opciones buenas o malas, ni hay en ellas buenas o malas decisiones. Son simplemente caminos distintos. Pero no importa el camino que se empiece a recorrer, porque todos los caminos son iguales. Importa el recorrido, importa lo que tu corazón te dice que hagas, los caminos que tienen corazón.

Como dice una canción de Bunbury:
No sé si nací para correr,
pero quizás sí que nací para apostar.


Dejarlo todo y aventurarse a un futuro incierto. Detenerse y comprometerse con un lugar. Las dos posiciones tienen sus riesgos, sus compromisos propios, sus probabilidades e improbabilidades. Pero se trata, en últimas de estar siempre de viaje. ¿Hay tiempo? Aprovechémoslo, entonces. ¿No hay dinero? Y, ¿qué querés que te diga? Cruzados de brazos no nos vamos a quedar. Queríamos viajar, y estamos de viaje. Todo viaje es maravilloso, bello y alucinante.

Nos despojamos de peso en nuestro equipaje, cosas que no sabíamos que iban ahí, que pesaban más que todo lo que llevábamos. Y después (así dicen aquí) están todas las cosas que pasaron, las cosas y la gente. Que pasaron y que nos pasaron, nos cambiaron, ampliaron nuestra perspectiva. Sobre lo que queremos. Sobre lo que es importante. O lo que vale la pena. Sobre la felicidad y las pequeñas felicidades. Pensamos (hasta el cansancio) y nos re-pensamos.

De viaje, estamos. Lo estamos de todos modos ya que, una vez inicias el viaje, no hay retorno posible. No somos los que éramos antes, ni hace un año, ni hace un mes. La vida avanza sin detenerse a esperar que terminemos de pensar en ella (como lo decía John Lennon, ya nos lo habían recordado por aquí), y aunque nos quedemos quietos en un lugar, cambiamos y crecemos de muchas maneras. Cuando salimos de Colombia, dijimos que por lo menos estaríamos de viaje un año. Nunca pensamos que en tan poco tiempo se pudieran vivir tantas cosas ni que cambiáramos tanto. El viaje ha superado todas nuestras expectativas, nos ha enseñado más que cualquier profesor. Pensamos que necesitábamos mucho tiempo para tener un propósito claro al regresar y sucedió que reconfiguramos nuestras historias en meses.

Ahora sabemos que el viaje no es tan difícil como pensábamos, que para irse basta con decidirlo e irse. Queremos seguir viajando, largo y corto, cerca y lejos, jóvenes y no tanto, porque los viajes alimentan el alma y rejuvenecen el cuerpo. Ahora es tiempo de estar en un lugar, de concentrarse y trabajar en nuestros proyectos, en nuestras propias vidas y en posibilitar esos futuros viajes. Si es para errar, cualquier lugar es bueno, en todas partes. Pero si es para quedarnos, Colombia es nuestro favorito.

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